Ibiza y el Día de Balearsdisney

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

¡Qué bien! ¡Qué ilusión! ¡Llega el Día de Balears! Estoy deseando ponerme mi camiseta de ‘quatre illes, un país, cap frontera’ y salir a festejar una jornada que es como Eurodisney: todo es mentira. «¡Un mundo ideaaaaal...», cantan nuestros próceres de turno acariciando la punta de es Vedrà montados en una tela de llengües voladora. «Hakuna Matata», repiten, como un mantra, cuando todas y cada una de las islitas se creen la Cenicienta y acusan a Mallorca de comportarse como una de sus hermanastras, ávida por quedarse con la espardenya de cristal, por convencerlas de que le den un mordisquito a la xereca envenenada o confundirlas para que se pinchen con huso de la rueca y se rindan, dormidas por los siglos de los siglos, a la Balanguera. «Pobres almas en desgracia», claman los consellers cada vez que visitan Ibiza, extendiendo sus tentáculos con la esperanza de arrebatarle su voz. Las Pitiusas bailan con la Bestia, luchando por creerse aquello de «la belleza está en el interior» y confiando en que el Consolat de Mar esté algo más cerca que el País de Nunca Jamás. El gato de Cheshire, subido a un garrover, lo deja bien claro: «Yo no estoy loco, mi realidad es diferente a la tuya». El próximo 1 de marzo tengan cuidado, no les vaya a crecer la nariz cada vez que pronuncien la palabra «balear».

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