Una ibicenca fuera de Ibiza

‘Match’, digo ‘guau’

Pilar Ruiz Costa

Pilar Ruiz Costa

He ido a uno de esos comercios que advierten tu entrada con una campanita y en lugar de un dependiente ha aparecido un perro mil leches ladrando furioso. Al ruido de las nueces ha hecho acto de presencia una jovencita que andaría en la trastienda con sus cosas y le ha mandado callar, pero qué va, que ahí seguía gruñendo como un motor en ralentí y en lugar de si me ponía cuarto y mitad no he podido evitar preguntarle, «pero, ¿por qué le caigo mal a tu perro?». Por supuesto yo no quería una explicación sino una esperanza, que me tranquilizara con algo del tipo: «No, qué va, no es contigo, que es así con todo el mundo». Porque entre los animales debe haber asociales como entre los humanos, seguro. Debe haber un equivalente al cada vez más extendido: «Ñiñiñiñí, cuanto más conozco a las personas más quiero a mi gato», perros que adoran a la mano que les da de comer, pero ninguna más. La muchacha sin saber bien qué decir se ha encogido de hombros arrastrando fuera al animal que me miraba —ahora con motivo— con gesto de reproche. Nos hemos puesto por fin con lo de la transacción hasta que en un descuido el perro ha vuelto, no porque sí, ¡sino a por mí! y, qué sé yo, por hacer algo, por romper el hielo, le he sonreído hasta que he recordado haber leído por ahí que los chimpancés nos creemos que sonríen, pero en realidad enseñan los dientes cuando se sienten amenazados y he cerrado la boca de golpe como cuando en la escuela pedían un voluntario en la pizarra para resolver una ecuación. Y por dentro seguía desconcertada: ¿por qué le caigo mal a ese perro?

A ver, que no tengo mascota se me nota hasta al caminar por este país que ya tiene más mascotas que niños. La resistencia, nos llaman. Pero que no tenga no significa que me disgusten en absoluto y maldigo cualquier supuesta ley ‘de bienestar animal’ que deje fuera a los perros de caza y a los toros. Lo que pasa es que cuando alguna conocida se viene arriba con lo de «no sabes lo que es el amor de verdad hasta que tienes un perro», contesto que «ajá» lo mismito que cuando te hablan de la imprescindibilidad de la Airfryer, a la que dedican los mismos excelsos calificativos que antes a la Thermomix. Pero sigo asintiendo hasta que tras tres ajás me veo en la obligación de decir la verdad: soy nómada, errante. Trashumante incluso. He criado tres hijos y vale, está bien, pero si mañana me surge la oportunidad de dar la vuelta al mundo, anda que voy a decir que no porque no tengo a quién endosar el rottweiller o los peces de colores. Que es, por cierto, un argumento igual de válido a la pregunta de «¿y cómo es que no tienes novio?». Suponen una gran responsabilidad. Los dos. Pero, ojo, mi pública admiración a mis amigas: a las que a estas alturas del partido se tatúan, se hacen veganas, adoptan un perro y especialmente a las que se descargan Tinder. Os merecéis todo lo mejor.

Y eso que lo de que, literalmente, ‘el perro es el mejor amigo del hombre’, no lo digo yo, sino las estadísticas. El informe Year in swipe 2023 de la propia aplicación Tinder revela que el 10% de sus miembros señalan ‘dog lover’ entre sus principales intereses. El 90% de estos amantes de los perros romperían con alguien si su perro no les gusta y un 60% de usuarios se declaran más tentados al match con alguien que tiene un perro en su foto de perfil. De hecho, un 39% revela que el match vino más de las ganas de conocer al perro que a su dueño. Ante tales evidencias de la oferta y la demanda, los solteros ávidos por hacerse un hueco en el mercado han dado lugar a un nuevo anglicismo que podemos incorporar al networking y, sobre todo, a las fake news: dogfishing (literalmente, «pescar con perro»). Resulta que un 39% de estos solteros posando sonrientes con un perro lo tomó prestado. Pecado que derivó, ¡por supuesto! en que el 53% de cándidas solteras dog lovers se sintieran estafadas cuando se destapó el pastel. Pocas me parecen. Si te miente en la presentación, ¿qué más pistas quieres?

Un estudio de la Universidad de Jaén revelaba que sí, que las mujeres se sienten más atraídas por los hombres con perros, pero no con cualquier perro, sino que muestran predilección por las fotografías de solteros con perros pequeños porque esto los hace parecer —a los dueños— menos «intimidantes y amenazantes» que con razas grandes o considerados violentos. Otro estudio de la Universidad Estatal de Colorado constataba que este atractivo por las fotos de solteros con perro no era extensible a los solteros con un gato. Malas noticias para los cat lovers, pero, por favor, no lo tomen como una verdad absoluta porque de todos es sabido que a George Clooney se lo rifaban incluso a sabiendas de que dormía con un cerdo vietnamita.

Como decía el filósofo Eme-punto-Rajoy: «It’s very difficult todo esto», aunque en el contexto creo que mejor abandono la tienda cantando por Sabina: «Antes de que me quieras como se quiere a un gato, me largo con cualquiera que se parezca a ti».

@otropostdata

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