Desde la Mola

Fitur o la paz

La lejanía puede convertirse en un buen antídoto contra el malestar (se non è vero, è ben trovato). Al menos es lo que se desprende de la tranquilidad ambiental en el entorno político del Consell, durante la celebración de Fitur en Madrid. No me consta que las tiranteces se hayan trasladado a Ifema. Me dicen (personas autorizadas en ello) que cada uno, cada cual, ha hecho su trabajo, sin más. Representativo en el caso de nuestro presidente (no adscrito). Le hemos visto en su papel durante los actos protocolarios (las fotos en los medios y las redes sociales lo atestiguan). Los funcionarios y demás personal de nuestro estand a lo suyo, que no es otra cosa que convencer a las ‘majors’ y los ‘minors’ de que aquí se veranea de lujo (refiriéndome a lujo como bienestar general, aunque del otro ‘hábelo, hailo’). Los resultados de un trabajo colectivo donde se engloban profesionales del sector y empresarios que acuden a este evento, se notará esta temporada y las que vienen. Fitur marca el comienzo de una actividad preventiva en la isla (hay que hacer mantenimiento) y se disparan rumores (casi todos ellos se convierten en realidad allá por mayo) sobre cambios de accionariado de locales, ya sean comerciales o restaurantes. Proyectos ilusionantes que unos se quedan y otros se van a las primeras de cambio (léase a final de temporada). Los que nos quedamos en la isla, con Fitur al fondo, más de lo mismo. ¿Cómo acabará esto? (nadie ha resuelto la cuadratura del círculo). La vivienda, escasa y cara para los que están o tienen que venir. La sequía que pone en riesgo nuestra propia seguridad y la de los que vienen. El bosque puede ser un polvorín. Para muestra un botón, me confesaba ayer un amigo (en la Mola) que ni ha plantado cebollas ni patatas. Dato a tener en cuenta para este verano, por aquello de que muchos restauradores utilizaban este producto km 0 que hacían más atractivo el ‘bullit de peix’.

El Formentera que se deja empatar el partido en 9 minutos después de una plácida mañana de infantes y adolescentes corriendo por los aledaños del terreno de juego ofreciendo viandas dulces y saladas (alguna que otra tortilla de patatas) a los espectadores para recaudar fondos con los que viajar a Huesca como si no hubiera destinos como París, que bien vale una misa. Esto del ‘producto de proximidad’ está causando estragos hasta en los viajes de estudio. Nada que pueda alterar la vida normal de una isla instalada en lo anormal.