Up(arriba)

Los periodos vacacionales pueden ser para viajar o para no salir de casa. Para hacer muchas cosas o para no hacer nada; para visitar gente o para no ver a nadie. Ahora bien, lo que sí creo es que durante esos días hay que romper con la rutina para oxigenar la mente y recargar las pilas. Eso he estado haciendo yo: romper con mi día a día de manera casi abrupta. También he aprovechado durante este periodo vacacional invernal (me niego a llamarlo Navidades porque de Navidad ya no tienen nada), para ver una película que en su día no vi y me quedó pendiente: ‘Up’ (Arriba). Y es que suele pasar que las cosas si no se hacen en su momento, quedan en el baúl de lo pendiente, a veces para siempre. Por la razón que fuera, yo no la vi.

‘UP’ es una gran película de animación estadounidense de 2009 que obtuvo gran éxito de crítica y público. Me dispuse a verla sin conocer de qué iba, más allá de saber que sale un anciano que hace volar su casa con globos. Los quince primeros minutos son una fantástica película para adultos y los restantes, una entretenida fantasía para niños. Pero ¿qué pasa en esos primeros minutos? Pues que se cuenta de manera muy emotiva la vida de una pareja desde niños hasta que ella muere y él se queda sólo. No tienen hijos, pero sí un sueño aventurero que no logran cumplir. Hasta que la casa vuela.

Siempre me llamó la atención que en Norteamérica hicieran las casas de madera, a pesar de que los huracanes se las destrocen o que cada dos por tres un incendio las calcine. Imaginaba que era porque la madera estaba barata y se construye más rápido. Esa era mi lógica. ¡Pero no! Ahora lo entiendo todo. Lo hacen para poder trasladarlas subidas en grandes plataformas por estrechas carreteras, pagando por dicho traslado lo que no vale la casa. O para poder atarles unos globos llenos de helio que salgan por la chimenea y hacerlas volar para luego ponerlas en el paraje de tus sueños.

¿Y por qué iba a querer nadie trasladar su casa de sitio? Porque muchas veces, eso que llamamos progreso, nos acorrala, nos acosa y nos asfixia. Le pasó a Carl Fredricksen, protagonista del filme, que ve cómo su casa, antes en un plácido y tranquilo barrio residencial de casas unifamiliares, es rodeada por altos edificios. Viejo y desvalido, su salida es la residencia de ancianos. Pero se rebela contra su destino, haciendo volar su casa. Ojalá pudiéramos hacerlo en la vida real: rebelarnos. Rebelarnos contra un progreso que nos hacina, que nos fulmina dentro del anonimato, que hace que los hijos sean un inconveniente y los viejos una carga, que al diferente mira con malos ojos, que al débil aplasta, que al necesitado margina... Rebelarnos contra un progreso que nos está llenando de cosas materiales al mismo ritmo que nos vacía por dentro de valores, al mismo ritmo que nos deja huecos. Un progreso donde todo se mide y valora por el rédito económico.

En Ibiza, sobre todo en Vila, tenemos muchas casas como la de la película. Pero ni tenemos suficientes globos de helio ni a donde trasladarlas. Casas modernas y antiguas; payesas y urbanas; con propietarios y sin ellos; casas a las que las instituciones les intentan dar un uso, una nueva oportunidad... Casas todas ellas que han quedado rodeadas e intimidadas por edificios a la espera del momento idóneo para atacar.