Inocentadas en la prensa

A solo 48 horas del Día de los Santos Inocentes, me viene a la memoria la importancia que antaño adquiría esta jornada dedicada a la broma y la tomadura de pelo despiadada, en contraste con un presente en que pasa prácticamente desapercibida. En nuestra infancia, el 28 de diciembre representaba una suerte de barra libre para mentir a mansalva, incluso a nuestros mayores, e ingeniar toda clase de bromas y jugarretas. En el Día de los Inocentes el agua de las fuentes se teñía de colores o se espolvoreaba con jabón de lavadora para que vomitaran espuma durante horas, y tras cualquier esquina podía aguardar una ristra de petardos a punto de ser detonados. Los bazares vendían cigarrillos explosivos, bombas fétidas, zurullos de coña de extraordinario realismo, artilugios sonoros que se colocaban en las sillas y que producían sonoras ventosidades cuando alguien se sentaba y flores de solapa que regaban la cara a todo aquel que se acercara a olerlas.

Hasta la prensa se apuntaba al carro de la broma desaforada y, por un día, el sacrosanto primer mandamiento del oficio de periodista, que establece que solo cabe publicar la verdad contrastada, era ignorado. Uno de los mayores placeres de la generación que nos criamos en los ochenta era abrir las páginas de Diario de Ibiza y localizar la inocentada. No resultaba demasiado difícil, pues solía aparecer en portada, con tipografía gruesa y un contenido que competía en surrealismo con la chanza del año anterior.

Me acuerdo de cuando la Disney adquirió el Castillo de Ibiza por 500 millones de dólares, con el objetivo de reconstruirlo en Estados Unidos después de desmontarlo piedra a piedra. Otro año, en la sección internacional, se informaba de que unos encapuchados, equipados con camiones y grúas, habían robado el meridiano de Greenwich. A causa de una escala técnica, también se produjo el aterrizaje en el aeropuerto de es Codolar del presidente Reagan, que fue recibido por las autoridades pitiusas y descendió por la escalerilla ataviado con un sombrero de vaquero. Otro 28 de diciembre, en el mismo aeródromo, se realizaron pruebas de aterrizaje y despegue vertical del Concorde, que al tomar tierra tuvo que desplegar paracaídas en la retaguardia para detenerse antes de que se le acabara la pista de aterrizaje.

En la misma década afloró un chorro de petróleo frente a es Botafoc, con potencial como para revolucionar la economía isleña, y en los campos de Corona y resto del municipio de Sant Antoni comenzó a aplicarse la ley payesa entre los cacos, que eran arrojados al mar cuando las patrullas ciudadanas los detectaban.

Cuando dejaron de publicarse bromas, algunos lectores especulamos con que una oleada de puritanismo reporteril había invadido las redacciones, condenando al ostracismo esta sana costumbre. Sin embargo, analizado el asunto con la perspectiva del tiempo, muy probablemente la razón fuera que algunas noticias reales ya contenían tales dosis de enajenación y surrealismo que Santos Inocentes lo parecía cualquier día del año. Hoy ocurre lo mismo o incluso peor, pues basta un somero repaso a la prensa local de las últimas semanas para cerciorarse.

En Sant Antoni, por ejemplo, el skyline ha sido sobrevolado en paramotor por Santa Claus y tres renos, y durante el pleno municipal un concejal ha defendido en serio que las luces de Navidad constituyen el nuevo motor de la economía local. En Formentera, asimismo, el presidente del Consell aboga por pelillos a la mar y, tras la crisis de gobierno detonada por él mismo, asegura que «todo va bien» y que ya no pide la dimisión de los consellers Alcaraz y Castelló, a los que previamente había amenazado con la expulsión, porque «han hecho muy buen trabajo». Vecinos de ses Feixes tratan de localizar el cadáver de Marta, una cacatúa de 45 años abatida a tiros por unos gamberros, para darle sepultura. Mientras tanto, en Platja d’en Bossa, se ha producido el misterioso caso de unas señales suicidas, que yacen desplomadas en la acera del tramo correspondiente a Sant Josep.

En Vila dos concejales han sido multados por aparcar sobre la acera y en Ca na Putxa los vecinos anuncian que vigilarán el efecto de las medidas adoptadas por el Consell contra los malos olores del vertedero insular. Cabe imaginar que dicha supervisión la realizarán aspirando por la nariz. Y a escala nacional, se nos advertía hace unos días que las condiciones leoninas de los bancos españoles mantienen asfixiadas a las comunidades de vecinos, ya que en una década han pasado de cobrarles 50 euros al año de comisiones a 600 (de verdad que no es broma).

En fin, que, aunque resulta triste esta pérdida de la tradición de la broma periodística impresa, la realidad cotidiana ya nos gasta suficientes inocentadas sin necesidad de inventarlas.

@xescuprats

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