Desde la Mola
Una y otra vez
Verano de los malos. No se alarmen, no me refiero a las cuentas de resultados de los negocios en Formentera. Aunque para algunos el calificativo podría resumir la temporada (a menos que septiembre lo remedie). Me refiero al aumento de los accidentes en nuestras carreteras y caminos. Principalmente en la PM 801, por donde pasa el grueso del pelotón. Seguramente el incremento (subjetivo) se contradiga con las cifras oficiales. Pero puedo decirles que en la consciencia social este verano ha sido significativo en cuanto a accidentes con impacto ciudadano. Algún lector buscando en el refranero español podrá decir aquello de «vuelve la burra al trigo». Éste solo sabe escribir sobre conductas humanas en el asfalto (y en los caminos de tierra característicos a conservar). Supongo que conocer a algunas de las personas perjudicadas se traduce en esa sensación de mayor accidentabilidad y sobre todo de mirar al cielo cuando viene el «pájaro» (a veces no distingues si de «mal agüero» o salvador). Los que por aquello del sube y baja de la Mola pasamos por las curvas con cierta asiduidad somos testigos de auténticas barbaridades en la actuación in situ de algunos conductores; pero también de conductas que te obligan a reflexionar en alto. Muchas veces la respuesta es «no pasa más porque dios no quiere», me estoy refiriendo al capotico de San Fermín que traslada su influencia más allá de Pamplona. Lo que motiva esta «carta a un padre», es un hecho que se produjo en las curvas de la Mola a eso de las once de la mañana (imaginen la circulación en pleno ferragosto).
Por allí circulaban una familia de tres en bici, todos con el casco reglamentario. Edades, la de un padre y dos hijos de, aproximadamente, seis y cuatro años (a mi entender de abuelo). Los aparatos, uno reglamentario y los otros de juguete, de esos que vemos con asiduidad en la plaza de Sant Ferran o Sant Francesc… de andar por casa (nunca mejor dicho). Ignoro si se contabilizarán en el Formentera.eco. Era evidente el peligro que corrían los chicos (peligro real). Y allí que unos y otros a la hora de rebasarlos (lo de la línea continua es una ficción) mirábamos con sorpresa la situación. Apelar a la autoridad «competente» es una falacia, seguro que si lo ven lo impiden. Además, no hay polis para tanto estúpido. En estos casos deberíamos convertirnos en «policía de servicio» para impedirle a este energúmeno que ponga en peligro la vida de sus hijos.
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