#MeToo

Mar Gámez

Tengo muchos amigos que me han ido conociendo a lo largo de las diferentes etapas de mi vida. Solo aquellos que me conocen bien o que me vieron crecer desde niña saben que desde pequeña siempre fui una gran aficionada al fútbol. Jugaba al fútbol durante el recreo junto a la mayoría de niños de mi clase y solo unas pocas niñas, y luego por las tardes en un descampado detrás de mi antiguo edificio con mi hermano, los niños del barrio y alguna otra niña. Coleccionaba los álbumes de cromos del mundial y me conocía las alineaciones del Real Madrid, del Barça y de la selección, entre otros. Me encantaba el fútbol y se me daba muy bien, pero nunca me planteé unirme a ningún equipo porque en aquella época jugar al fútbol siendo mujer era sinónimo de ser marimacho. Ya era bastante marimacho yo, vistiéndome con chándal y deportivas a diario, como para hacer eso. Para que os hagáis una idea de cómo era, le dije a mi madre que quería hacer la comunión con vaqueros porque odiaba los vestidos.

Nunca he soportado la sensación asfixiante de tener que llevar medias. Todavía hoy me cuesta. Envidiaba el hecho de que los hombres no tuvieran que llevarlas y me revelaba, a mi manera, llevando chándal y camisetas anchas. Acabé uniéndome a un equipo de baloncesto porque mi prima Carol y una de mis amigas jugaban ahí. Se me daba bien también jugar al baloncesto, a pesar de mi estatura (‘Chicho terremoto’ me llamaban). Nunca me sentó mal el apodo porque me gustaban mucho esos dibujos y, en realidad, me lo decían como un cumplido gracioso. Siempre he apreciado el humor.

A lo que voy es que nunca me apunté a un equipo de fútbol porque no teníamos en esa época ningún referente femenino, como hay ahora. Creo que la cosa habría sido muy diferente si hubiera visto por la televisión a una Olga, una Salma, una Cata, una Aitana o una Alexia, por citar solo algunos nombres. Así que me alegro mucho por el triunfo de la selección y por lo que esto significa.

La selección ha demostrado que las mujeres sabemos hacer todo igual (o mejor si cabe) que los hombres y, además, en un tiempo récord. Yo, desde luego, sí podré decir que estuve en el Consell apoyando a la selección cuando vino a Ibiza y me compraré una camiseta de la Roja con esa magnífica estrella y el nombre de mi jugadora favorita para ayudar con mi dinero, mi trabajo y mi esfuerzo a que estas chicas reciban el reconocimiento que se merecen.

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