Para empezar

Pues sí, la «culpa» era de Jenni

«Ella fue la que me subió en brazos y me acercó a su cuerpo...». Como a De Gea, a mí también me han sangrado los oídos con el repugnante alegato de Rubiales, que se ha atribuido los éxitos de las mujeres en el fútbol (aunque, eso sí, ha tenido la generosidad de compartirlos con otro macho, Vilda), como buen señoro nos ha explicado lo que es y no es el feminismo y ha arrojado a toda una campeona del mundo a los pies de los caballos, por ‘cariñosa’. Pero tío, no cuela. Ahí estaban las cámaras y lo que millones de espectadores hemos visto es cómo agarrabas la cabeza a Jenni con ambas manazas y le plantabas un beso en la boca que no le gustó. De baboso de manual. Este patán que nos ha abochornado a los ojos del mundo sólo ha tenido el gesto de pedir perdón a la reina por su meneo de huevos en el palco, pero es que, explica, le quería decir al seleccionador que «olé» porque el Mundial lo ganaron ellos por sus cojones. Las «niñas», como si no pintasen. Y para redondear el aquelarre machista, la carcundia de la RFEF ovacionándolo. De «vergüenza ajena», ha resumido Casillas (qué pocos futbolistas hombres se han mojado en defensa de sus compañeras). Rubiales ha ensuciado la celebración de una gesta que más allá de lo deportivo representa también un gran paso por la igualdad de las mujeres en el fútbol y ha aprovechado rastreramente su poder para humillar a la jugadora. «Me sentí vulnerable y víctima de una agresión, un acto impulsivo, machista, fuera de lugar y sin ningún tipo de consentimiento por mi parte. Sencillamente, no fui respetada», le respondía anoche Jenni Hermoso. Que se vuelvan ya a la caverna él y el corro de machirulos que aun así lo han jaleado. Dan todos asco.  

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