Tribuna

We have a dream!

Tras la resaca de las recientes elecciones generales, volvemos a nuestro día a día, aún sin comprender muy bien, qué ha sucedido en España. Lo único que ha quedado meridianamente claro, es que, lamentablemente, aún existen las dos Españas, enfrentadas entre sí. Y existen esas dos Españas, enzarzadas en una lucha fratricida sin sentido, porque a algunos les conviene seguir echando sal a la herida sin dejarla cicatrizar con el tiempo, aprovechando el dolor, la parte más visceral e irracional del ser humano, para seguir dividiendo y azuzando esta lucha trasnochada que nos ofusca y obnubila el entendimiento. Porque todo vale, para alcanzar y/o seguir en el poder a toda costa, pervirtiendo cualquier causa noble, si la hubo en algún momento.

No existen los matices, ni la posibilidad de analizar propuestas del contrario, que no vengan teñidas del sectarismo que viene de ambos lados, de derecha a izquierda, y de izquierda a derecha. Es tal el fanatismo que domina nuestras mentes, que no nos deja discernir de forma objetiva, y somos capaces de votar a cualquiera, diga lo que diga, haga lo que haga, piense lo que piense, tenga valores o no los tenga, mienta o diga la verdad, una o divida a España, sepa o no gestionar un país… mientras ese alguien, sea de los míos. Siento decir esto, pero, desde el respeto, los españoles tenemos que hacérnoslo mirar.

A Joseph de Maistre (1753-1821) se le atribuyó la conocida y célebre frase de «que cada pueblo o nación tiene el gobierno que merece», lo que el francés André Malraux (1901-1976) matizó al señalar «que no es que los pueblos tengan los gobiernos que se merecen, sino que la gente tiene los gobernantes que se le parecen». De modo que los defectos y virtudes de los gobernantes tienen su germen y son fiel reflejo de la sociedad a la que pertenecen.

Por ello, la pregunta que nos deberíamos hacer y que deberíamos respondernos con sinceridad, es si estamos orgullosos de los gobernantes que tenemos, si nos sentimos reflejados en ellos y si empatizamos con los valores que evidencian sus acciones. O si, por el contrario, consideramos que se han cruzado líneas rojas que nos avergüenzan como ciudadanos integrantes de una sociedad que aspira a caminar unida y de la mano, sin rencillas, haciendo equilibrismos, como un funambulista, sobre el alambre, equidistante respecto de izquierda y derecha.

Porque si deseamos avanzar, debemos tender puentes entre nosotros, hacer de la política un espacio de encuentro y no un campo de batalla, donde transformar el ‘I have a Dream’ (yo tengo un sueño) del desaparecido Martin Luther King, en ‘We have a Dream’ (nosotros tenemos un sueño). El sueño de crear juntos una sociedad tolerante, instruida, justa, democrática y con valores, donde convivan, con y desde el respeto, ciudadanos libres, no manipulables, con criterio propio y diversidad de ideas.

De modo que, si lo que hoy tengo la imprudencia de compartir con ustedes, puede considerarse ‘predicar en el desierto’, como me dijo un buen amigo, quiero pensar que ‘predicar en el desierto’ no es hacer entender a quien no atiende a razones, sino aprovechar el silencio ensordecedor del desierto para lograr escuchar, con mayor claridad, la verdad… venga de donde venga.

«Yo no sueño de noche. Yo sueño todos los días. Yo sueño para vivir». Steven Spielberg

Alicia Reina Escandell  | Doctora en Turismo

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