Se mueren por el verano

Ya sé que estuvimos ocupados con las elecciones, yendo a votar a correos o al colegio, pero no se puede llegar a un verano que se anuncia de récord turístico con la única preocupación de entrar en el bikini y la única advertencia del anuncio de Tráfico que mete la marcha del remordimiento para que levantemos el pie del acelerador.

El invierno, entendido como el tiempo de trabajo que va del otoño a la primavera, es una batería que sirve para acumular ganas y la gente se muere por que llegue el verano y llega el verano y se muere. Este año se incorpora la prohibición de trabajar en determinadas horas a partir de determinadas temperaturas porque la codicia es más frecuente que el sentido común, pero donde más muertes se registran cada año no es en el trabajo sino en el descanso.

Los montañeros y los guardias civiles se enojan, con razón, con los que creen que todo el monte es paseo y se pierden, se cansan, se caen y se rompen sorprendidos de lo irregular que es el firme, de la nula señalización de los bosques, de lo empinada que puede ser una montaña si llevas cuñas de plataforma, de la falta de fuentes, de la velocidad de la niebla, de la carencia de farolas...

No es mejor en las playas, donde hay nadadores de piscina que se creen más fuertes que el mar y entran serenos donde tira la resaca, se saltan en rojo las banderas de salvamento y hacen oídos sordos al silbato de única lección. Los que sobreviven hacen cierto el hallazgo lingüístico atribuido a Marujita Díaz de «nadar en la ambulancia». No son las piscinas -vacías o llenas- menos peligrosas con parecer un agua moderada que ocupa la centralidad entre un mar pequeño o una bañera grande.

Todas estas actitudes tienen mucho de responsabilidad personal. De la pública no hablemos. Con los pantanos en mínimos, las temperaturas en máximos y los montes agostados desde junio estamos a una chispa de que arda todo como yesca, como ha pasado en la verde Canadá y está sucediendo en la seca Rodas. Mientras no pase, disimula; cuando suceda, bomberos.

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