Desde la Mola

Glamour a lo salvaje

Deberíamos estar hablando de elecciones de verano… de las consecuencias inmediatas. Aunque lo más probable es que tengamos un verano, hasta un otoño, entretenido y sin saber qué va a pasar en ese futuro de pasado mañana con este batiburrillo creado por el voto libre y gratuito de los españoles de bien que nos hemos creado un nudo gordiano para saber si habrá gobierno o estamos abocados a nuevas elecciones en las vacaciones de invierno… porque alguno de los puentes, sea noviembre, la Purísima o San Esteban nos va a tocar a rebato a las urnas, si se llega a eso. No va a estar barato el apoyo de los unos a los otros.

Dicho lo dicho regresamos a lo local, vamos a nuestros ‘antros de perdición’, positiva, naturalmente. En los últimos tiempos algo ha cambiado, me chivan algunos veteranos del veraneo en la isla. Porque ahora hay muchos que vienen de vacaciones… tres o cuatro días para disfrutar de todo aquello que ofrece Formentera, mientras que con una mirada atrás, esa de fotografías antiguas que están de moda. Eran familias que veraneaban desde que terminaba el cole hasta casi la vuelta a las ciudades para equipar a los niños con el uniforme escolar. De esos quedan algunos ‘resistentes’ aunque casi son ya reliquias de aquellos tiempos (que dicen fueron mejores) y lo del veraneo se ha transformado en una parte de las vacaciones compartidas con otros destinos. De ahí lo variopinto de quienes nos visitan y la idea que cada uno se hace de su estancia. Como la oferta es más que amplia (no voy aquí a deletrearla) hay «gente pa too» que diría el maestro don Rafael Ortega. Unos que se divierten con la paz y el sosiego de nuestras playas. Otros que combinan el sol (nuestro de cada día. No llueve ni con plegarias) con una gastronomía tradicional y de vanguardia (de todo hay si se mira bien). Los hay que buscan una diversión con dosis de adrenalina y particularmente peligrosa para el resto.

Aquellos que desde la soberbia y el desprecio a los demás son capaces de liarla allá por donde pasan (siempre en grupo, solos suelen ser cobardicas) y que se conocen por su vestir uniforme (se distinguen a la legua). Prendas de buen sastre luciendo glamour traído de lugares de moda donde divertirse es crear el escándalo continuo y una chulería agresiva que contrasta quizás con la educación del colegio de pago (o no) al que les mandaron sus ‘papás’ antes de reciclarse para ser ‘personas de bien’ en una sociedad convencional.

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