Editorial

Todo el poder para el PP

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Todo el poder para el PP

Editorial

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El PP obtuvo ayer un triunfo arrollador en las Pitiusas y fue también el partido más votado en Balears, fruto de una conjunción de circunstancias favorables: la mayor movilización de su base electoral, ansiosa por desalojar a los socialistas del poder tras superar años de descomposición interna y travesía del desierto; un enorme desgaste del PSOE como consecuencia de su gestión de gobierno, el fuerte retroceso experimentado también por Unidas Podemos y el hundimiento de Ciudadanos, que ha originado una redistribución de su electorado básicamente entre el PP y Vox. En Formentera, la coalición de centroderecha Sa Unió ha logrado acabar con casi un cuarto de siglo de hegemonía de la izquierda, cuyas dos marcas locales (Gent per Formentera y PSOE) se han visto erosionadas, aunque en mayor medida la de los socialistas.

El PSOE pierde la alcaldía de la ciudad de Ibiza, su gran feudo electoral, donde ha gobernado veinte de los últimos 24 años, y también la alcaldía de Sant Josep, lo que permitirá al PP gestionar el Consell y todos los ayuntamientos de la isla, algo que no ocurría desde 2011. Y en cinco de las seis instituciones lo hará con mayorías absolutas; en Sant Josep le ha faltado un concejal, pero podrá gobernar cómodamente en minoría, sin necesidad de asumir excesivas hipotecas con Vox.

Estos resultados denotan claramente un cambio de ciclo electoral caracterizado por un resurgimiento del PP y el declive del PSOE. Lo mismo ha ocurrido en toda España, donde gran parte del mapa autonómico y municipal se ha teñido de azul, así que es difícil saber en qué medida los resultados de Ibiza y Formentera obedecen a razones de política local o son un efecto más de la onda expansiva que afecta a las principales ‘marcas’ nacionales.

En el conjunto de Balears, el PP también ganó claramente las elecciones y Marga Prohens será la nueva presidenta del Govern, pero no logró la mayoría suficiente que anhelaba en el Parlament para no depender de Vox. No es una buena noticia para el PP ni para la autonomía de nuestras islas porque hasta ahora todos los precedentes de acuerdos de gobierno entre ambos partidos en comunidades autónomas o ayuntamientos han derivado en inestabilidad y en constantes rifirrafes políticos más centrados en la agenda ideológica de la ultraderecha que en desarrollar proyectos y propuestas constructivas. Habrá que ver además cómo van a conciliarse las posiciones de un PP autonomista, partidario de incrementar el autogobierno insular (de Ibiza y Formentera, sin ir más lejos) y de un bilingüismo sin conflictos, con las de Vox, contrario al Estado de las autonomías, firme defensor de la recentralización de muchas competencias y muy combativo contra el uso normalizado del catalán en la enseñanza o la Administración pública.

El veredicto de las urnas no podía ser más contundente. Es un voto de castigo en toda regla a los gobiernos progresistas y de confianza hacia la alternativa que representa el PP. Ni siquiera Formentera se ha librado del tsunami popular de ayer, aunque allí su mayoría no sea en solitario sino diluida en una coalición local de centroderecha.

La única sombra sobre los resultados de ayer es la misma que se cierne desde hace años sobre las elecciones municipales y autonómicas en las Pitiusas: la elevadísima abstención, que volvió a superar el 50% del electorado. Es un dato que revela el desinterés, la frustración o el desencanto con la política y los políticos que sufren muchos ciudadanos. Es un síntoma preocupante del que todos los partidos democráticos deberían tomar nota para que el compromiso cívico en la toma de decisiones a través de nuestros representantes no siga recayendo en una parte cada vez más pequeña de la población.

Pero una menor participación no resta ni un ápice de legitimidad a los resultados. La alternancia en el poder forma parte de la esencia misma de la democracia y es muy saludable. Los ibicencos y formenterenses, como el resto de votantes de Balears, han confiado ahora al PP una enorme responsabilidad, tan grande como la concentración de poder institucional que ha obtenido en estas elecciones; su obligación es administrarla con sensatez y prudencia, procurando no repetir el error de hacer una gestión sectaria y arrogante como la que tan mal resultado le dio la última vez que acumuló tanto poder en Balears. Confiemos en que así sea.

DIARIO DE IBIZA