Tribuna

¿Quién le pone el cascabel al gato?

Alicia Reina Escandell

Alicia Reina Escandell

Tras el encuentro de presidentes de los Consells Insulares y de los alcaldes de la isla, que tuvo lugar en el Club Diario de Ibiza, a primeros de mayo, creo que es preciso analizar algunas de las cuestiones que en dicho encuentro se señalaron. Entre estas, de nuevo, saltó a la palestra el tema tan manido y recurrente que vuelve a estar de actualidad, la saturación turística y sus efectos en la población residente. Eso sí, en una charla distendida, sin aportar datos precisos y objetivos, y sin hacer un análisis profundo y concienzudo de esta cuestión y sus causas. Cuando se habla de saturación turística (crecimiento desmesurado del turismo que supera la capacidad de acogida del destino), que no es cuestión baladí, lo primero que deberíamos obtener, son datos objetivos con cifras concretas, precisas y reales. Datos fiables, a partir de los cuales se puedan tomar decisiones acertadas. Datos de los que, me atrevo a afirmar, seguimos sin disponer. Pues contamos solo con cifras aproximadas y poco fiables, que acompañadas de sensaciones y emociones, vician, sin remedio, nuestras conclusiones.

Por otro lado, y en segundo lugar, si lo que se persigue es eliminar las causas directas e indirectas del overtourism, hay que ir a la raíz del problema. De modo que, como la oferta reglada está más que controlada numérica, cualitativa y normativamente hablando, a través de los límites y regulaciones que todos conocemos, y, sin embargo, las viviendas vacacionales, destinadas a uso turístico, y la oferta ilegal van creciendo a buen ritmo de forma descontrolada, sin que se les ponga freno, la conclusión lógica y evidente solo puede ser una: la causa principal de la saturación es la oferta ilegal, no reglada, el intrusismo y el pirateo que congestiona y agota a nuestras islas y amenaza el bienestar de nuestros sufridos y pacientes residentes. Por tanto, si para eliminar la saturación, se imponen acciones y se ejerce el control solo sobre la oferta legal, dejando fuera de control a la oferta ilegal y al intrusismo en todas sus formas, no se consigue solucionar el problema, sino más bien al contrario. Metafóricamente hablando, sería como intentar curar un dolor de muelas, operando el dedo meñique del pie derecho.

Asimismo, celebro observar que todas las autoridades que asistieron, sin excepción (independientemente de su color político) coincidieron en el grave problema que genera la existencia de viviendas turísticas ilegales, y el papel que juega esta como principal causante de la saturación turística. No parece, sin embargo, que se pongan sobre la mesa, previa consulta al sector, soluciones que a corto, medio y largo plazo atajen esta insostenible situación. No debemos obviar que la capacidad de hallar soluciones a problemas complejos no es sino la oportunidad perfecta de demostrar la sabiduría y capacidad de gestión, tan apreciada por los ciudadanos en un periodo de elecciones como el que estamos viviendo. En este sentido, es más que evidente que esta lacra está afectando negativamente a la economía, a la sostenibilidad, a la escasez de vivienda, a la convivencia y al equilibrio de nuestra sociedad pitiusa, provocando daños irreparables e incalculables. El propio director insular de Turismo, Juan Miguel Costa, en un ejercicio de transparencia, cifró el número de turistas que se alojan en casas y viviendas ilegales en aproximadamente 100.000 y apuntó que la oferta ilegal es la principal causa de la saturación que estamos sufriendo.

Si bien, reconociendo que este es un tema complejo, que requiere de valentía, voluntad política e ingenio para ser afrontado y solucionado de forma sabia y eficiente, por otro lado, no cabe abandonarse a la resignación. Admitir que el intrusismo y la oferta ilegal siguen operando impunemente por nuestras islas, sin freno ni control, es un primer paso. Pero, una vez superada esta primera fase, reconociendo la realidad de los hechos, hay que avanzar y pasar a la acción, proponiendo soluciones adecuadas y eficientes, que existen y las hay. Porque de las acciones negativas (cometer ilegalidades), no pueden derivarse consecuencias positivas (impunidad). Cabe con ello, el grave peligro de que tras el hartazgo de los que cumplen las normas, estos sean tentados y acaben emulando a quienes escapan del castigo derivado de la ilegalidad de sus acciones. Más aún si cabe, cuando a la oferta reglada que cumple escrupulosamente con la legalidad, se le sigue hostigando con nuevas, complejas y numerosas normativas que hacen inviable la subsistencia de pequeñas y medianas empresas autóctonas, regentadas por ibicencos, empresarios KM0, que ven cómo otros, los piratas y saqueadores de Ibiza, hacen su agosto al margen de la legalidad, ante la pasividad de quienes tienen el poder y la autoridad de evitarlo. Si bien, como es de suponer, todos estamos de acuerdo, salvo contadas excepciones, en que hay que solventar este problema. La cuestión de fondo estriba no solo en el cómo, sino también en el quién es el valiente que le pone el cascabel al gato.

«La mayoría de los problemas en la vida se deben a dos razones: actuamos sin pensar o seguimos pensando sin actuar» (Hilary Hinton, ‘Zig Ziglar’, escritor y orador americano).

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