Para empezar
Ateo y también católico, cómo no
Nos ha dado por copiar todo lo que llega del mundo anglosajón y así nos va. Un ejemplo es lo de la cultura de la cancelación, que es algo completamente contrario a nuestra forma de ser. Usar cualquier desliz del pasado para condenarte es algo muy de la cultura protestante, que considera que somos buenos o malos, de una pieza, y que eso nos predestina al cielo o al infierno. Esta concepción del mundo repugna a los que nos hemos criado en la tradición católica, en la convicción de que existe la contrición, de que no somos ni buenos ni malos sino que estamos hechos de carne y barro mortal. El catolicismo inventó esa cosa tan maravillosa que es el purgatorio, ese estado intermedio donde nos encontraremos todos, porque a quien más y a quien menos nos gusta el vicio, pero malas personas tampoco somos. Incluso los ateos, los que no tenemos dios y pensamos que la vida es un cuento absurdo narrado por un idiota, también somos católicos. Lo veo cuando hablo con creyentes de Podemos a quien intento convencer de que Pablo e Irene deben apartarse y dejar paso a Yolanda Díaz, y me responden un «con todo lo que han hecho ellos por nosotros, les han perseguido, les han acosado, no les podemos fallar» que tanto recuerda a aquel ‘Jesucristo fue crucificado por vosotros’. El culto al martirologio. El catolicismo omnipresente.
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