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La angustia de un maestro sin casa

Que la vivienda en Ibiza y Formentera tenga precios estratosféricos y la oferta de alquiler para residentes y trabajadores de temporada sea tan escasa no es una maldición divina ni una catástrofe inevitable de la naturaleza, como un tsunami o un huracán. Es el resultado de la codicia que se ha instalado en la médula de esta sociedad, de arriba abajo, y de una especulación desaforada con la vivienda, sin ningún tipo de control, en la que participan numerosos ciudadanos con nombre y apellidos. Un maestro que trabaja en Formentera explica desesperado en Twitter que se queda sin piso en mayo y, como no encuentra ningún sitio asequible donde quedarse hasta que acabe el curso, se ve durmiendo en una hamaca en ses Illetes. Probablemente entre las familias de los alumnos a los que da clase haya propietarios de pisos y casas que los destinan al alquiler turístico porque sacan mucho más dinero que si los ofrecen a trabajadores como este maestro. Y seguro que entre los propios compañeros del centro, y sus familias, también hay dueños de viviendas que no las arriendan a residentes ni trabajadores de temporada. Es muy posible que este docente, cada día, se relacione con personas que se sacan un extra considerable gracias al alquiler turístico. Personas que se escandalizarán al conocer su angustiosa historia, y le escribirán mensajes de solidaridad y ánimo. Personas que mostrarán su indignación por la falta de médicos y otros sanitarios, policías, profesores, cocineros, albañiles, empleados de hostelería, etc etc etc, que no encuentran un lugar digno y a un precio razonable en el que vivir. Como si fuera una maldición. Como si ellos y su codicia insolidaria no tuvieran nada que ver.

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