Ibiza, coto de ricos

Elena González

Elena González

Guardias civiles angustiados porque los han destinado a Ibiza (¿qué entrega se le puede exigir a un trabajador público con una tierra que lo maltrata tanto que lo obliga a dormir en su coche?), una escoleta que pide a los padres que no lleven a sus hijos por falta de personal, sanitarios quemados por las guardias, baile de especialistas, plazas sin cubrir, revisiones vitales que se demoran, listas de una espera interminable...; abuelos dependientes que no reciben una atención digna porque las plantillas no llegan, citas imposibles con las administraciones del Estado... No hay conductores, cajeras, limpiadoras, educadores, técnicos... Se doblan turnos, y aun así las familias son cada vez más pobres porque matarse a trabajar aquí no garantiza ni techo ni futuro. La isla ya colapsa incluso en invierno y, sin embargo, ni por esas ve la UE «razones imperiosas de interés general» para limitar que cualquier inversor pueda adquirir viviendas para especular, pese a los terribles daños que estas urbanizaciones y mansiones de postín, que nunca se han dejado de construir sepultando en cemento montañas, calas, paisajes, infringen a la sociedad y al medio ambiente. Defendía el jueves Carmen Matutes que, para el turismo, en Ibiza «la forma de selección natural es el lujo». O sea, el dinero. Y sin contradecirla, yo añadiría que también lo es para el residente. Han convertido esta isla en un coto para ricos, piratas y aprovechados que expulsa a las personas que la hacen funcionar. Nos faltarán médicos, pero no narcos.

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