Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Gemma Altell

Tribuna

Gemma Altell

Reeducación de agresoreso el esfuerzo por diferenciarse

La función rehabilitadora del sistema penitenciario sobre cualquier tipo de delito es altamente cuestionada por algunos sectores, especialmente desde una mirada antipunitivista. Obviamente el paradigma antipunitivista no pretende mantener la sociedad como está sino cuestionar la perspectiva e ideología del castigo como tal y, sobre todo, la efectividad para una transformación social profunda. La rehabilitación de hombres agresores también se incluye en esta lógica. La evidente falta de efectividad de los programas de intervención con agresores tiene que ver, en una medida importante, en el marco y contexto en el que se presentan y en cómo hemos decidido construir la narrativa sobre la violencia machista.

Aunque nos hartamos de decir que la violencia machista es estructural, sistémica y que sienta sus bases en el sistema patriarcal, parece que cuando ponemos el foco en los hombres y en los avances que deben realizar volvemos al discurso encapsulado que habla de los hombres agresores. ¿Por qué? Pues en gran medida porque esta denominación atribuida específicamente a un determinado grupo de hombres permite que todos los demás queden fuera del análisis de género. Sería como decir: están los hombres y aparte están los hombres agresores. Estos no tienen nada que ver con nosotros. Esta cuestión no nos interpela.

Voy a hacer dos matices sustanciales antes de que se me acuse de ‘feminazi’.

Por un lado, quiero ratificar que sin duda debemos nombrar como delito la violencia machista y agresores a los que la perpetran. Por otro lado, decir que no pienso que todos los hombres sean agresores o que debamos llamarlos así. Sin embargo, sí que deberíamos tomar conciencia de que los aprendizajes patriarcales están en todos y todas nosotros y que en esa distribución de roles que nos otorga el patriarcado les ha tocado a los hombres la parte de la promesa de privilegios que suelen ser reafirmados, mantenidos o se intenta alcanzarlos a través de las violencias como instrumento. Por consiguiente, la ‘batalla’ por adquirir, conservar, no perder privilegios -o simplemente para ser reconocido como hombre dentro de la sociedad- es un contínuum en el que cada hombre -que ha sido educado para ser un hombre patriarcal- utiliza sus mecanismos dependiendo de su historia concreta de vida, de su contexto de sus privilegios reales, etc.

En ese contínuum todos los hombres deben revisarse e interpelarse acerca de sus aprendizajes de la masculinidad. Desaprender la patriarcalidad. No es una tarea fácil, pero si entendemos que hay un sistema del que todos y todas participamos y alimentamos y que es el que nos rige y es el que debemos cambiar -y no solamente deben cambiar aquellos hombres que han llevado la violencia al límite dañando tanto-; si dejamos de etiquetarlos como agresores solamente y entendemos que deben renunciar a la violencia y a los privilegios en un marco social en transformación global no solo como si fuera un grupo concreto, un bulto que debemos extirpar; entonces, quizás, solo quizás, conseguiremos que los hombres, todos, los penados por violencia también, se adscriban voluntariamente a esta transformación.

Compartir el artículo

stats