Opinión

Es la sanidad, amigo

Quedan cuatro meses para la mayor parte de las elecciones autonómicas en nuestro país, y los sondeos se empeñan en enseñarnos cómo uno de los grandes emblemas de los servicios públicos ha pasado a ser una de las grandes preocupaciones de los españoles. El último barómetro del CIS colocaba a la sanidad como el tercer problema después de la crisis económica y el paro. Las encuestas nacionales muestran el grado de descontento sobre el funcionamiento de esta con datos similares, más del 60% de los preguntados creen que la sanidad funciona entre regular o mal. Probablemente porque conocimos cómo era un servicio de atención sanitaria más eficaz, echamos ahora de menos uno más adaptado a la nueva realidad, más compleja, eso no debemos olvidarlo, que debe revertir la tendencia de desgaste cada vez más pronunciado que la pandemia acabo por acelerar.

La universalización de la sanidad pública con la creación de una red nacional de centros de salud y hospitales comarcales es una fase superada, y el tránsito hacia la reforma de la atención primaria y la concentración de servicios en menos hospitales pero más tecnificados nos está resultando problemática en un entorno de crisis sociodemográfica, no solo por el envejecimiento de los pacientes sino también el de los profesionales, con una tasa elevada de jubilaciones de facultativos sin posibilidad de reemplazo porque no hay médicos.

Y no solo con una mejor financiación se resuelve, aunque es requisito indispensable. Las comunidades que menos invirtieron el año pasado como Madrid, Cataluña, Andalucía o Murcia son las que mayores problemas asistenciales tienen. Pero datos como los de Aragón o Cantabria, que cuentan con el mayor número de profesionales médicos por cada mil habitantes y son al mismo tiempo las que encabezan las listas de espera quirúrgicas demuestran la complejidad del asunto. Necesitamos de una gestión sanitaria menos burocratizada, más flexible tanto en primaria y en el salto a la especializada, donde se produce el principal embudo.

Los grandes hospitales funcionan con menos problemas que el resto de la cadena asistencial, no hay que olvidar que políticamente era o parecía ser más brillante la gestión hospitalaria que la de los consultorios médicos. Esa cadena se ha roto, y los ciudadanos quieren tener abierta la puerta de la atención más cercana, pagando más impuestos si es preciso, contraviniendo uno de los principios de la gestión pública, si la sociedad desconfía de sus servicios públicos. Rechazará pagar más impuestos. Así que hay esperanza, no la derrochemos.

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