Opinión
Ucrania y nosotros: la posibilidad de una tragedia
Un articulista trata de estar pendiente de la actualidad, de exponer sus argumentos a favor o en contra (o en tonos de grises) de las cosas que nos pasan, de las cosas que se dicen, de las que se hacen. Cualquier excusa es buena: ahora una trifulca política o una pandemia, después un disfraz de carnaval, ahora un partido de fútbol. De repente, estalla una guerra y todo lo que parecía interesante se vuelve frívolo e innecesario, superfluo. Parece que solo puedas hablar de una guerra que tiene dos características destacadas para nosotros. La primera es que no sabemos mucho de lo que pasa (y corremos a identificar la ubicación del Donbás o recordamos que en Donetsk jugaba el Shakhtar), más allá de generalidades de barra de bar. La segunda es que, siendo lejana, nos acabará afectando porque «la Rusia moderna es una de las potencias nucleares más fuertes», como ha dicho Putin, como queriendo decir lo que todos tememos. En definitiva, entiendo esa famosa anotación de Kafka el día que comienza la Primera Guerra Mundial: «Por la tarde, clase de natación». Hay quienes pensaron que era una enajenación. También puede percibirse como la necesidad impulsiva de abrazar la nimiedad ante la tragedia inminente.
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