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Valles,-Rita

Junior o el crimen de la indiferencia

Era un perro fuerte y cariñoso, pero tenía un defecto: era viejo. Junior, un american stanford, fue primero abandonado y luego recogido en el centro de recuperación animal de sa Coma y murió esta semana después de haber pasado gran parte de su vida en ese lugar, sin que nadie se interesara por su adopción. Tal vez si Junior hubiese sido un rechoncho y alegre cachorrillo algún alma caritativa se lo hubiera llevado a casa para darle un hogar, pero un perro mayor...Esta semana, el periodista Michel Mompontet desvelaba la cruda historia de la muerte del fotógrafo francés René Robert. Robert, de 83 años, sufrió una caída en plena calle en su ciudad, París, y quedó inconsciente. Nadie acudió en su auxilio durante las nueve horas en las que permaneció tirado, nadie se preocupó por qué le ocurría a ese viejo que parecía dormir en la calle. Como resultado de lo que Mompontet llama «asesinato por indiferencia», el fotógrafo francés murió congelado como un perro abandonado en plena calle. Irónicamente, quien finalmente intentó socorrerle, aunque ya era demasiado tarde, fue un sintecho. Otro viejo invisible para los fríos transeúntes que seguramente aceleraron el paso al toparse con el cuerpo inerte de René Robert. En esta sociedad, ser viejo no se perdona. Solo hay que leer los comentarios en redes cada vez que muere por covid una persona mayor para darse cuenta de que los ancianos molestan en una sociedad en la que la única religión es la eterna juventud. Si René hubiera sido un bebé, alguien se hubiese apresurado a llevarle a un hospital. Si Junior hubiese sido un cachorro, tal vez hubiese encontrado un hogar. Pero ambos tenían una tara imperdonable: eran viejos.

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