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Ana Bernal Triviño

Will Smith y la violencia de género

Hay una noticia de hace semanas que ha pasado de puntillas entre tanta actualidad. O quizás sea porque no interesa reflexionar sobre el motivo de fondo. El actor Will Smith ha confesado que toda su vida quedó marcada por ser víctima de violencia de género en su infancia. Porque los hijos siempre son víctimas cuando ocurre.

Narra que, cuando él tenía nueve años, su padre dio un puñetazo en la sien a su madre con tanta fuerza que ella se desplomó y sangró. Cuatro años después, la madre se fue de casa y Will pensó incluso en el suicidio. Aquella imagen del golpe, reconocía, «ha definido lo que soy ahora, más que cualquier otro momento de mi vida».

En estos últimos años, cuidando de su padre y con tanta ira acumulada por aquel dolor, pensó vengarse y hacerle daño, pero desistió al final. Dice que, desde entonces, cada paso en su carrera y sus premios eran una forma de pedir perdón a su madre por «mi inacción de aquel día».

Leí sus palabras y pensé en los que hoy lo sufren. En los que defienden a sus madres y son conscientes de lo que viven. En quienes, manipulados por sus padres maltratadores, atacan a sus madres. O en los que se bloquean.

Los tres son la cara de una misma moneda: una violencia que les sobrepasa. Pero, sobre todo, ya que Naciones Unidas ha dado otro toque a España por desproteger a los menores, no dejo de pensar qué pasaría si todos hablaran. Esos a quienes el sistema no protege, con sentencias que los separan de sus madres diciendo que son «locas».

Ojalá esos menores tengan, en el futuro, la misma oportunidad de hablar que Will Smith. Los hijos de Juana Rivas, de Irune Costumero, de Sara BB., y tantos otros casos que no sabemos. Que cuenten cómo han sido tratados. Y no por venganza, sino como aprendizaje para no repetir los mismos errores.

Lo que no sé es si la sociedad estará preparada para escuchar cómo un menor ha podido soportar y sobrevivir ante tanta violencia. Y si quienes no les protegieron serán capaces, alguna vez, de mirarles a la cara para pedirles perdón.

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