Antes de que hubiera religión había montañas, su grandeza inspiró devociones a los hombres e igual que catedrales algunas convocan un sentimiento cercano a lo sublime. Tal vez ninguna en España, y pocas en Europa, tengan el carisma del Naranjo de Bulnes, el Urriellu, allí simplemente El Picu. Desde que inauguraran su ascenso Pedro Pidal y Gregorio Pérez ‘El Cainejo’, El Picu ha sido objeto de un más difícil todavía midiendo el riesgo en su modo más extremo, entablando con su caliza casi vertical un diálogo que a veces ha sido a vida o muerte. Lo que en esos momentos les haya dicho El Picu ellos lo saben, o, mejor, lo han sentido. Pero para sentirlo como simples fieles basta mirarlo, gozar de su silueta prodigiosa. Estos días muchos de sus grandes sacerdotes vivos se reúnen en Cabrales para honrar a todos los que han hecho de El Picu un punto necesario del mapa del espíritu.
