Opinión
Los Ramones y un porrazo en el Metro
Sobre el concierto de los Ramones en el desaparecido pabellón del Real Madrid, que se levantaba donde hoy lo hacen los cuatro rascacielos del pelotazo del Paseo de la Castellana, hay dos versiones encontradas. Unos dicen que fue el más divertido de sus vidas, con Joey, Johnny y sus compinches dándolo todo sobre el escenario de aquella desangelada nave, y otros que fue una catarata de ruido indescifrable en una olla a presión. Yo me apunto a la segunda. Solo oí ranca, ranca, ranca durante poco más de una hora. Lo que mejor recuerdo es que a la salida había una cohorte de antidisturbios bien pertrechados en la acera de enfrente, así que echamos a correr hacia la cercana estación de Metro de Begoña. Entramos y nos creímos a salvo en un vagón repleto de punkis sudorosos jugando al Tetris con sus cuerpos. El tren no arrancaba y el calor era insoportable, así que decidimos salir y regresar a casa andando. Ya en el pasillo vimos entrar a los guindillas en tropel y nos pegamos a la pared con los brazos en alto, intentando mimetizarnos con los azulejos. Repartieron equitativamente un porrazo en los muslos a cada uno sin dejar de correr y al fin pudimos ganar la calle y volver a casa a pata, como habíamos previsto pero más calentitos.
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