Opinión
Británicos, os recibimos con alegría
Desde que me saqué el carnet de conducir, a los 18 años, no había vuelto a estar tan pendiente de que un semáforo pasara de ámbar a verde como el jueves por la tarde. Boris Johnson nos tuvo a todos los ibicencos en un sinvivir. ¿Levantaría el pulgar o volvería a sumirnos en un mar de lágrimas? A última hora de la tarde, Londres nos alegraba el día. A partir del 30 de junio, los súbditos de su Graciosa Majestad volverán a la isla. A sus calles, a sus pubs, a sus balcones... El maná caído del neblinoso cielo británico llega para paliar el hambre de turistas de una isla excesivamente dependiente de ese mercado, con una planta hotelera que languidecía y con lugares como Platja d’en Bossa, Sant Antoni, Cala Llonga o es Canar convertidos en escenarios de cartón piedra a la espera de un turista de Gran Bretaña que les ladrara. Lo cierto es que la presión interna, tanto de su propio gobierno como de los sufridos británicos que necesitan sol y fiesta después de un confinamiento draconiano, ha hecho mella en Boris Johnson. La decisión ha sido también posible gracias a la buena situación epidemiológica (fiestorros estudiantiles en Mallorca aparte) balear. Un inmenso suspiro de alivio ha recorrido las isla. Criticamos a los británicos y su turismo de borrachera, pero sin ellos, ay, no somos nada.
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