Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Miguel Ángel González

Desde la marina

Miguel Ángel González

La Penya, cáncer urbano

Hace ya mucho tiempo, demasiado, que en la ciudad vivimos como si no existiera la Penya. Está ahí, pero es ‘un mundo aparte’ que ignoramos. Aceptamos su lamentable situación como crónica y enquistada. Hace falta que alguien nos dé un puñetazo en el estómago para que nos preguntemos hasta cuándo tenemos que soportar su degradación y encanallamiento. ¿Cuántos años hace que arrastramos esta maldita historia de abandono, de impotencia y de incomprensible ineptitud por parte de las administraciones? Cuando la queja se abronca, todo se queda en buenas palabras, promesas, parches o intervenciones puntuales que no sirven para nada. La Penya es un cáncer urbano que urge extirpar. La Penya exige cirugía.

El artículo que publicó Diario de Ibiza el pasado lunes, en el que un vecino que no daba su nombre por miedo a represalias, nos explicaba con ejemplos concretos los desmanes de determinados individuos que hacen la vida insoportable para los demás vecinos, ponía los pelos de punta.

Pero no nos engañemos. Para los que no vivimos allí todo se queda en una lectura de hechos que son más de lo mismo. Digerimos la noticia tomando un café con leche y, todo lo más, nos incomodamos o podemos indignarnos y cabrearnos, pero una cosa es que nos cuenten lo que allí pasa y otra vivirlo. Me pregunto si todo lo que podemos hacer es resignarnos. Después de tantos años, no se entiende que no exista una contestación ciudadana contundente, una reacción para salvar la Penya. Como salvamos las Salinas. Es inadmisible que un barrio emblemático del casco histórico siga siendo un gueto, una tierra de nadie en la que mejor es no entrar. ¿Cómo es posible que no se pueda actuar de forma más efectiva cuando existen grabaciones y testimonios de lo que allí sucede? Es cierto que en la Penya, además de delincuencia, existe un serio y complejo problema social, pero tiene que existir alguna forma, como mínimo, de frenar de una vez por todas a ese grupo de indeseables y energúmenos que actúan con total impunidad y convierten el barrio en un campi qui pugui, en una cloaca en la que se revuelcan y hacen lo que les da la gana. ¡Basta ya!

Compartir el artículo

stats