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Los delirios

Hay personas que son la alucinación del momento y soberbiamente buscan mediante instantes explosivos su minuto de gloria. Nuestra forma de ser tiende hacia una técnica aprendida; sí, la misma que repetimos una y mil veces. Creo que lo admirable siempre es silencioso y humilde...

No sé qué tara persigue a determinados individuos. Lo que está claro es que la mayoría de nuestras acciones son consecuencia de la mente.

«Es el momento de que algunos dejen de reencarnarse en ‘iluminados’ y acepten que de la nada, solo se llega a las más altas cotas de la miseria»

¿Qué persona en su sano juicio proclama a los cuatro vientos «su valor» y al definir los hechos el delirio se queda en nada? Vivimos en un mundo poco original. El deseo de ser, por lo visto, está llevándonos a no apreciar nuestra esencia; creo (opinión subjetiva) que muchas personas en su discurso, reclaman atención, y no se dan cuenta de que su día a día es el grosor que resta, lo que ellos se empeñan en multiplicar.

Qué puñetetos son los delirios. La mayoría rozan la rabia de nuestra conciencia y dejan sin sitio al honor. ¿De qué sirve decir «yo soy» si el día a día no satisface nuestro discurso? La abundancia nunca germina junto a la ignorancia; por lo tanto, es el momento de que algunos dejen de reencarnarse en «iluminados» y acepten que: partiendo de la nada, solo se llega a las más altas cotas de la miseria. ¡Ay los delirios, qué malos son!

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