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Hablando de víctimas

Educación, educación, educación. Cuánta falta nos hace asumir que la presencia o no de este concepto en la vida de todos y cada uno de los seres humanos determinará nuestras acciones en el futuro. Y no me refiero a aprender matemáticas o química, ciencias importantísimas para nuestra evolución, sino a aprender a pensar. Valores, empatía, autocrítica, civismo. Aprender a cuestionar todo lo que nos rodea manteniendo unos límites infranqueables, los límites de la moralidad y la ética. No, no me vale que con la paga de 10 euros no te diese para más que comprar chuches o tres latas para ir al parque. No, no me vale que el grupo lo hiciese y no supieses decir que no. No me vale que porque esta persona, de la que tanto se habla en Mallorca, creara un ‘pseudo-concurso sado’, quede justificado el hecho de que tantos y tantos jóvenes participaran en sus macabras pruebas. Un hombre que, por si no ha quedado suficientemente claro, posee una discapacidad de 38%. No, ni 200 euros, ni 1.000, ni 3 millones. Si alguien que no conoces (o sí) te pide que le depiles las cejas, le ates, le tatúes sujetadores y penes en el cuerpo, y lo haces. Si le haces caminar sobre chinchetas, le pegas la boca con pegamento y le coses los dedos de los pies, la víctima, oh amigo, no eres tú.

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