«Esto nos va a hacer mejores». «Algo así te cambia». «Las situaciones difíciles sacan lo mejor de cada uno»... Durante los primeros días de la pandemia y el confinamiento me harté de oír (y leer) mensajes como éstos. Hordas de buenistas garantizándonos una sociedad de color rosa y una humanidad idílica en la época postcoronavírica. Yo, que desconfío siempre de lo perfecto, arrugaba la nariz y callaba (no es plan de desmontar el optimismo de nadie), pero... Los momentos críticos son de los héroes, pero también de los villanos. Son los de la solidaridad y el egoísmo. Los de ayudar al vecino y los de denunciarlo. Los balcones se han llenado de aplausos, pero también de miembros de la Stasi. Hemos visto profesionales dejándose la piel y haciendo labores que no les corresponden porque es lo que toca, personas exponiéndose al virus para que a nadie le faltara de nada, anónimos haciendo la compra a mayores desconocidos para protegerles... Admirables. La cara. La sociedad, sin embargo, nos ha mostrado también la cruz. Trabajadores de servicios básicos que se han escudado en la pandemia para quedarse en casa, personas que han arrasado en los supermercados con el papel higiénico y la harina, anónimos llamando a la policía porque el del cuarto primera había puesto un pie en la calle, cargos públicos aferrándose a sueldos astronómicos mientras las cuentas corrientes de las familias hacen aguas... Miserables. Esto no nos hace mejores. Algo así no nos cambia. Somos exactamente lo que éramos. Héroes, villanos, solidarios, egoístas...