Como sugiere su nombre, el sonómetro es un artilugio pequeño, del tamaño de un móvil, sencillo y de bajo coste, no más de 300 euros, que capta, mide y controla cualquier exceso de sonidos que supere los decibelios permitidos, resulte agresivo y acabe siendo una contaminación acústica que no tenemos por qué soportar. Hasta no hace mucho, el sonómetro se utilizaba únicamente en aquellos ámbitos en los que el ruido resulta inevitable, aeropuertos, centros fabriles, grandes superficies comerciales y de ocio, etc., pero, de un tiempo a esta parte, su uso se viene generalizando y son ya muchos los ayuntamientos que tienen por obligatoria su implementación en aquellos ámbitos que por sus niveles sonoros eran un auténtico incordio para los vecinos que ni con denuncias conseguían solventar el problema. Un buen ejemplo de los excelentes resultados que el sonómetro está consiguiendo lo tenemos en Barcelona, donde ya se han instalado en más de 3.000 apartamentos turísticos que han recibido el sello de calidad ' WeRespect', garantía de que se controla de manera estricta cualquier ruido que pueda resultar molesto.

Su funcionamiento es sencillo. En el momento en que un sonido supera el límite autorizado, dato que el aparato conoce, una alarma advierte a quien lo genera para que baje el volumen de músicas o de voces. El aviso puede llegar también al propietario que gestiona un alquiler para que advierta del problema al arrendatario y corrija la situación. Y cabe, incluso, la posibilidad de que la alarma vaya a una central de seguridad y vigilancia, cuando esta exista, cosa que en Ibiza ya se da en algunas urbanizaciones, caso de Roca Llisa. Un invento, por tanto, a tener muy en cuenta por nuestros consistorios para que se instale en los apartamentos turísticos -particularmente en los urbanos- que dan la murga al vecindario, pero también, ya digo, en las urbanizaciones y en las discotecas.