Ser periodista permite tratar con personajes de relevancia, contar sus logros y éxitos, y también sus desventuras. Un servidor ha tenido la suerte de tratar con muchos deportistas de élite, pero algunos de ellos dejan mucho que desear fuera de su ámbito profesional. No voy a dar nombres y voy a ejecutar una especie de secreto profesional periodístico para evitar polémicas innecesarias. Pero es cierto que algunos de los grandes deportistas con los que he tratado pierden el foco y olvidan, con demasiada facilidad, que no eran nadie antes de conseguir ser famosos y conocidos. Gracias a sus éxitos, por supuesto, pero gracias también, que no se les olvide nunca, a que estos logros se contaron en los medios de comunicación. Sin embargo, hay veces que la normalidad está instalada en muchos de estos grandes deportistas. Es el caso de Fermín Cacho, un mito del deporte español, campeón olímpico en los Juegos de Barcelona 92 y que nos emocionó a muchos con su medalla de oro en los 1.500 metros. Pero Cacho, por encima de una leyenda del atletismo mundial con varias medallas internacionales, es persona. En la última Milla Urbana Isla de Ibiza fue uno más, hizo de speaker, animó a los atletas, se fotografió con quien se lo pidió, no rechazó la entrevista de Es Diari y se calzó las zapatillas para correr. Allí, en persona y con una naturalidad digna de elogio.