El sector turístico cierra la temporada con una noticia que no por esperada ha supuesto un impacto menor: la quiebra del segundo turoperador más grande del mundo, y el más antiguo, Thomas Cook. La bancarrota del mayorista ha conmocionado la industria turística de Balears y Canarias, donde numerosos establecimientos hoteleros se enfrentan ahora a la imposibilidad de cobrar las facturas de julio, agosto y septiembre, y a la incertidumbre ante el futuro. En algunas zonas de Mallorca hay hoteles que han decidido cerrar antes de tiempo, ante la falta de clientes (pues las reservas se han cancelado), una situación extrema que no se da en Ibiza, donde la Federación Hotelera asegura que todos los establecimientos continúan funcionando con normalidad. No obstante, y a pesar de la menor dependencia en general de los empresarios ibicencos respecto del turoperador británico, el impacto es grave, pues Thomas Cook tenía previsto transportar a Ibiza a un total de 61.000 turistas entre mayo y enero, un número en absoluto despreciable. Otra cifra inquietante que evidencia la magnitud de los efectos que tendrá para la isla la quiebra es que las cerca de 80.000 plazas aéreas programadas por el gigante turístico entre septiembre y agosto de 2020 están en el aire.

El presidente de la Pimeef, Alfonso Rojo, ha advertido incluso del riesgo de retracción económica que la bancarrota de Thomas Cook puede provocar en Ibiza por la disminución del consumo, tanto por parte de los visitantes que no van a llegar como por parte de los trabajadores de establecimientos afectados, directa o indirectamente, por la caída del turoperador. Así, el efecto dominó se extiende más allá de los establecimientos hoteleros que trabajaban con Thomas Cook, y alcanza a la restauración, el comercio y otros sectores, porque la economía es un complicado equilibrio de vasos comunicantes.

La Federación Hotelera ibicenca no ha calculado a qué cantidad ascienden las pérdidas que van a sufrir, aunque diversas fuentes del sector las sitúan en 20 millones. El turoperador trabajaba con 42 hoteles de la isla de Eivissa, y tenía contratadas unas 3.000 plazas hoteleras sobre las 80.000 existentes, muchas menos de las que llegó a tener en el pasado. De hecho, el cambio que ha experimentado el mercado en los últimos años, en el que cae la contratación de paquetes vacacionales de turoperadores y aumenta el número de clientes que reservan directamente por internet, explica que en Ibiza el impacto de la bancarrota haya sido menor que en Mallorca. No deja de ser una paradoja: quien más depende de la incertidumbre y volatilidad de las ventas directas por internet (donde hay un elevado porcentaje de cancelaciones) ha estado más protegido que quien trabaja con la seguridad que da contratar un número de plazas determinado con un turoperador.

En el conjunto de Balears, la Federación Hotelera de Mallorca sostiene que los impagados por la quiebra sumarán más de 100 millones de euros, pero es posible que esta cantidad aumente a medida que se vayan conociendo con más detalle las consecuencias del hundimiento del mayorista. Los empresarios temen que se produzca una subida de la deuda «en cascada» -quien no ha cobrado no puede pagar-, de modo que se multipliquen los afectados.

Ante este preocupante panorama, el Govern debe mantener la línea que ha llevado desde un principio, basada en acciones concertadas con patronales y sindicatos y con el Ministerio para liderar la búsqueda de soluciones que puedan paliar en lo posible el impacto de la quiebra de Thomas Cook sobre Balears. Algunas medidas las podrá aplicar directamente el gobierno autónomo, pero otras las deberá reclamar a Madrid, por lo que sería conveniente también que tanto los gobiernos autónomos de los dos archipiélagos como las principales fuerzas políticas hicieran piña y actuaran al unísono en defensa de los intereses de las islas.

DIARIO de IBIZA