Hay un tipo de mar que sólo se da a primeros de septiembre, en el que muestra una fuerza contenida, que da lugar a un fluctuar del agua como de suaves lomas en movimiento, a un particular rizado de la superficie en forma de escamas largas y a que, al plegarse el empuje en pequeñas olas ya en la orilla, el rumor de la caída del pliegue (¡ssshhscharz!) marque una cadencia que evocaría la idea de paz. Para vivir de buena manera el año, marcando bien sus tiempos, conviene estar atentos a los signos en que estos se manifiestan, tirando de calendario sólo para asegurar las obligaciones. Cuando en cambio es el calendario el que tira de nosotros, y nos fustiga (es decir, usa la fusta), no queda tiempo para darle tiempo al tiempo, y perdemos el que de verdad cuenta creyendo que lo aprovechamos. A primeros de septiembre la fusta aún perdona, y se puede pensar cosas así, aunque ya bajo amenaza.