Cuando alguien me pregunta qué pasa en la isla cuando parece que se avecina una crisis, me calzo las gafas (dan el pego mogollón), me apuntalo la barbilla en el puño y, tras poner la cara de pensar, le suelto: «Ibiza siempre se renueva cada cierto tiempo». Y si percibo que mi interlocutor no tiene ni puñetera idea me lanzo y le relato el cierre de las discotecas al aire libre, la prohibición de los after hours, el control de los horarios de las discotecas y ahora de los beach clubs. En su día, cada una de estas medidas provocó decenas de infartos y negrísimos augurios. «¡Se están cargando Ibiza!» era lo más suave que se comentaba (benditos visionarios). Pero al final la isla mantenía su pulso de actividad, sólo que cambiando de tercio. Pero, ¿qué pasa ahora? Personas más sesudas que el que suscribe (es fácil encontrarlas, afortunadamente) citan varias posibles causas: el exceso de oferta de ocio, la vivienda turística ilegal, la boyante oferta del lujo en detrimento del turismo familiar, y la falta de formación y profesionalidad en el sector. Total, que se podría resumir en que aquí todos corren durante seis meses sin rumbo fijo, sin metas o normas, como pollos sin cabeza, para sacar todo el dinero posible. Ibiza saldrá adelante, otra vez, of course, pero veremos a qué precio...