Por más explicaciones históricas y jurídicas que me dan, no consigo entender que islotes como Tagomago, es Vedrà y s'Espalmador, permanezcan en manos privadas. Confieso, en todo caso, que aunque pudiera entenderlo, me costaría aceptarlo. Especialmente en el caso de s'Espalmador, que sólo por los pelos es una isla. Lo digo porque s'Espalmador es a todos los efectos Formentera, no en vano desde la Punta de Trucadors hasta sa Punta des Pas atravesamos el estrecho freo caminando, sin tan siquiera perder pie. A partir de aquí, la oportunidad que se ha desaprovechado de comprar la isla ha sido un gravísimo error. Sobre todo, cuando el precio parecía razonable.

El pretexto que subyace en este salirse por la tangente de las administraciones y desentenderse de la compra, es que el Espalmador, -dado el grado de protección que tiene y que impide cualquier intervención que altere su condición actual-, sin ser nuestro, será como si lo fuera. Un argumento que parece lógico, pero que es meramente teórico. La prueba la tenemos en la situación descontrolada que vemos en Tagomago, inadmisible, pero, conviene decirlo, hasta cierto punto comprensible. Porque si un particular desembolsa en su compra una pasta gansa, la friolera de 18 o 20 millones, es de ingenuos pensar que lo hace únicamente para contemplar el paisaje y resignarse a que, mientras dura el verano, excursiones masivas invadan cada día el islote.

De una u otra manera, tratará de rentabilizar su inversión. Lo que quiero decir es que s'Espalmador dará problemas, como los da Tagomago. Las administraciones hubieran tenido que estrujarse las meninges y buscar formas imaginativas para que s'Espalmador pasara a manos públicas. Es una ocasión perdida que lamentaremos.