El odio al catalán se atiza para obtener réditos electorales. También en unas islas que ven correspondida su tradicional hospitalidad con una campaña contra su lengua que amenaza incluso la Ley de Normalización aprobada en 1986 con el consenso de todas las fuerzas. Pero no les importa dinamitar puentes y entendimientos. Hasta la autonomía de nuestra educación que, digan lo que digan, lo es hoy en la igualdad de oportunidades, el respeto y la convivencia, está siendo cuestionada. Una escuela que apuesta por la pervivencia de la cultura propia y la integración molesta a muchos en el Reino.

Personas solidarias, valiosas y comprometidas claudican ante la miseria moral y económica de la Eivissa de estos tiempos y piden campamentos para los temporeros, una mofa a la dignidad de los trabajadores y a la lucha de las generaciones que nos precedieron en su defensa. Conozco la necesidad, pero no transijo con las respuestas que dan carta de naturaleza a la precarización laboral y la penuria. No somos ganado útil para dormir en corrales, coches o tiendas de campaña mientras gasto turístico y beneficios se disparan. Más control de la especulación y salarios acordes a los precios de este feudo de Midas o que no venga mano de obra y aquí nos jodemos todos.

Músicos y satíricos condenados, censura en el arte, secuestro de libros, ancianos que se arriesgan a fuertes multas por defender sus pensiones, políticos en prisión por rebeldes y corruptos ilustres dándoles lecciones de patriotismo desde paraísos fiscales... Felicidades a los nostálgicos del pasado en blanco y negro y sus acólitos en la judicatura. Ni el plasma camufla tanto No-Do.