Hay jardines -la política es uno de ellos- en los que vale más no meterse, entre otras cosas, porque la experiencia nos dice que es siempre una olla de grillos en la que los intereses se sobreponen a la racionalidad y al sentido común. Y el embrollo es todavía mayor cuando se habla y acusa sin probar lo que se dice, las más de las veces sin conocimiento de causa. Y en todo caso, lo que resulta inadmisible es hacer chistes fáciles de una situación dramática como la que está viviendo Cataluña. Lo que digo viene a cuento por los desafortunados comentarios que ha hecho en Ibiza Luis Antonio de Villena, un panoli que está encantado de conocerse y que se atreve a mentar en Puigdemont una ridícula peluca para la que pide un peluquero. Y no contento, llama, a millones de catalanes -los que quieren la independencia, entre los que por cierto no me cuento- aldeanos palurdos que van en procesión a la Virgen de Montserrat. Aquí Villena se pasa tres pueblos. Yo no soy catalán, nací en Guadalajara y mi opción es la de una España unida, pero no ésta.

Y pues nos hemos metido en harina, no puedo pasar por alto otro comentario que está fuera de lugar: el que Albert Rivera hace al acusar a Baleares de adoctrinar a sus alumnos en el odio a España. Las mentiras, afortunadamente, tienen las patas cortas y a Rivera se le ve el plumero. Su estrategia con respecto a Cataluña, lo de « embolica, que fa fort» y echar leña al fuego, le va de perlas en la creencia de que una caída del actual Govern y unas elecciones pueden favorecerle. La verdad es que tanto el PP como Ciudadanos no tienen nada que hacer en Cataluña. Y si no cambian, así será por mucho tiempo. Somos muchos los que pensamos que unos y otros, los del nacionalismo catalán y los del nacionalismo español, se han equivocado en no buscar el diálogo por encima de todo. Y en lo que pase, que no puede ser bueno, la culpa estará repartida. El problema es que la víctima, como siempre, será el ciudadano de a pie.