Los veranos tienen sus serpientes, las vueltas ciclistas también, aunque multicolores, las televisiones sus culebrones y los patios vecinales sus víboras. Ninguno de ellos puede competir, sin embargo, con Ibiza en este asunto. Donde esté una culebra ibicenca que se quite el áspid que mordió a Cleopatra. Como diría un vendedor de detergente, está científicamente demostrado que en Ibiza, la tenemos (la serpiente) más grande. Sí, amigos, las culebrillas que llegan plácidamente dormidas en troncos de olivos que decoran mansiones horteras se han hecho fuertes. Y pensar que algunos presumían de isla en la que estos reptiles no conseguían anidar... El lujo no solo ha traído descontrol y alquileres por las nubes. Los ofidios campan a sus anchas por Ibiza, zampándose lagartijas a puñados, pasándose por la lengua bífida la protección de estos reptiles a los que pronto solo veremos en llaveros para turistas. Las culebras serpentean por las casas de los asustados residentes cual frías mascotas. Tan bien viven, sin controles que las detengan (el Govern admite que lleva años sin hacer nada para evitar su entrada a las Islas) y sin depredadores que les tosan, que ya son las más robustas del mundo, algo así como las Schwarzenegger del planeta ofidio. O, como las llamó un técnico de Medio Ambiente, las «Pau Gasol» de las culebras. Se habla mucho de Ibiza como paraíso perdido. Tal vez lo de las serpientes gigantes es una señal...