Tres años y medio de cárcel por ocho dientes perdidos. Es lo que dicta la justicia para el agente condenado por tener la porra fácil y asestar con ella un golpe a un chico de 17 años que bebía en la calle con su pandilla. El caso, que ocurrió hace tres años en Sant Antoni y del que fue triste protagonista el ahora condenado, R. A. M., policía local, ya levantó polvareda en su día. Sobre todo porque el agente, que ya no trabaja en el municipio, intentó justificar la agresión con argumentos tan peregrinos como que se trató de un «acto reflejo» y que no fue «consciente» del movimiento con el que le partió la boca al joven (pequeño detalle que no figuraba en las diligencias iniciales después de los hechos). Decía él que no entendía qué había pasado. Afortunadamente (si bien aún cabe recurso) la Audiencia Provincial sí lo entiende. Y no gracias a las explicaciones que en su día dio el entonces -y ahora- jefe de la Policía Local de Sant Antoni. «No sabemos -dijo- si el joven se golpeó fortuitamente contra la defensa reglamentaria». A la luz de la sentencia, el agente, de golpe y porrazo, podría entrar en la cárcel. Es lo que tienen los «actos reflejos».