La Asociación de Comerciantes de Sant Antoni, en sus alegaciones al nuevo Plan General de Ordenación Urbana, identifica «el interés general de los ciudadanos» con el de «el pequeño comercio», que es el suyo. Confundir la realidad con los deseos es la ilusión en que naufragan con cada apertura de otra ´gran superficie´. Cuando la razón con que justificaban precios abusivos, la insularidad, se ha evaporado, es llamativo que maestros en negocios que dependen de discernir las preferencias de la gente no acepten los hechos y busquen argumentos exotéricos para conjurarlos como ´la desestacionalización´ o ´la falta de estudios´.

No es necesario estudiar nada: la gente acude a gastar su dinero en esas tiendas porque les salen las cuentas, aun a pesar de añadir gastos en desplazarse. No son las preferencias de la gente, que sabe muy bien lo que le interesa, sino los poderes públicos quienes ha perjudicado durante décadas el interés general con restricciones para abrir grandes superficies. Ese proteccionismo se tradujo en ganancias para los pequeños comercios en base a evitar la competencia. En cuanto esta hizo aparición, la gente votó, diría Hayek, con el voto más democrático y que ejerce a diario: donde gasta su dinero. En toda la isla de Ibiza ha votado masiva y obstinadamente por las grandes superficies. Y buscan en ellas solventar cuestiones como alimentación e higiene, no caprichos o cosas prescindibles.

Que nuestras autoridades hayan usado el poder político para restringir la competencia y torpedear así los intereses generales de la población en necesidades básicas en beneficio del pequeño comercio es lo que resulta inverosímil. Tiene razón la asociación de Sant Antoni en que la normativa ahora beneficia a intereses privados y particulares: los de cada uno de los que acuden a tales centros y que suponen la mayoría absoluta más estable que la isla conoció. Por eso sorprende que un partido como el PSOE, que se dice con vocación de mayoría, se ponga en contra de la inmensa mayoría que compra en esas tiendas (incluidos ellos mismos). Puede deberse a la costumbre inveterada de izquierda y derecha de usar un lenguaje malintencionado, no dirigido a promover un diálogo inteligente sino a atacar al contrario por definición. Se han hecho tan previsibles que los podría sustituir con ventaja un magnetofón con unas frases grabadas.

Defender lo indefendible contra los intereses más tangibles de la población certifica el nivel del partido. Más serio es que reiteradamente caigan en lo mismo los afectados, los comerciantes minoristas, como si fueran incapaces de adaptarse a cambios propios al libre comercio, entre los que es imperiosa la competencia y anatema el proteccionismo. Dan la impresión de que el pequeño comercio isleño tenga la asignatura pendiente de encontrar su nicho de mercado con una oferta que atraiga al comprador sin necesidad de matar la competencia por decreto y tener el mercado secuestrado.