First Dates cuenta con un elemento esencial para enganchar a la audiencia temporada tras temporada y ser una fuente inagotable de contenido: el amor. Si bien no siempre surge la llama entre los que se presentan en las citas a ciegas, a menudo salta la sorpresa y resulta que, de repente, dos personas que estaban hechas la una para la otra acaban encontrándose en el restaurante del amor.

Carlos Sobera, presentador del programa desde sus inicios, ha sido testigo de incontables encuentros que no siempre han salido bien. Por su restaurante del amor han pasado auténticos personajes con aficiones, gustos y preferencias de lo más variadas, que han causado una verdadera sorpresa en sus acompañantes durante la cita. De las tantas personas que pasan por el restaurante del amor, muchos de ellos arrastran gustos un tanto extraños que no se encargan en ocultar, ya que forma parte de su personalidad.

Puede darse el caso, incluso, de que ya se conocieran de antes, aunque el vínculo que existiera entre ambos no fuera muy fuerte. Sandra, sin embargo, sí que reconoció a su cita al verle entrar por la puerta del restaurante. Antes, mientras mantenía una conversación con Carlos Sobera, ella contó que quería “una persona que fuera guay”. “No se quién va a venir, si un chico o una chica”, dijo el presentador. Fuera de cámaras, Sandra explicó que para ella era muy importante que su cita “fuera feminista”. La reacción no ha sido aun así la esperada al ver a Benjamín. “Verle entrar aquí ha sido como un: ‘no, por favor’”, comentó ella. Su cita esa noche llegó al programa contando que “si no ama ni da cariño y amor, no está completo”.

“Al venir aquí en tren creo que lo he visto antes de subir. Ha sido la típica persona que te quedas mirando porque no tienes mucho así. La típica persona que carraspea y que tira el mocarro”, explicó Sandra con respecto a su primera impresión. Para Benjamín la sensación fue otra: “Es impactante. Esto es lo que me gusta a mí y con esto me quedaría yo, sin saber su forma de ser”. Tras la primera impresión, las cosas parecieron calmarse, ya que ambos encontraron rápidamente en común la profesión: tatuadores.