Sobre las orillas de Benirrás se yerguen singulares chamizos recubiertos de cañas y juncos, bajo los que resulta un gran placer tumbarse a descansar y solazarse con el bello entorno.

Parece ser que antiguamente esta playa del norte de la isla era de cantos y gravas, con las que se hicieron las tostadas arenas que hoy la cubren. No obstante, es una playa llena de piedras, por lo que no está de más, si se tienen los pies delicados, llevar algún tipo de calzado para el agua, como las clásicas cangrejeras, pues la entrada al mar se ve dificultada por la abundancia de piedrecillas.

Sus agradecidas dimensiones de más de 150 metros de longitud por unos 40 de anchura hacen que salvo los domingos, en que se organiza una fiesta de tambores muy concurrida en verano, quepan sin problemas todos los que acuden a esta popular playa. Si se va en domingo hay que tener en cuenta que posiblemente la afluencia de gente nos obligue a aparcar un poco más alejados de la playa, incluso fuera del aparcamiento.

Entre sus muchos encantos, Benirrás ofrece unas plácidas aguas y fondos arenosos de escasa pendiente ideales para el baño de los más pequeños. Además, los abundantes pinares que la rodean (bastante mermados por el terrible incendio que devastó esta cala en 2010) confieren una tonalidad turquesa muy particular a sus aguas.

Los vientos estivales son flojos y de levante, por lo que es un enclave muy apreciado para el fondeo de yates.

Frente a ella se yergue una roca de forma peculiar que es conocida popularmente como 'el dedo de Dios' y ante la que muchos gustan de disfrutar una hermosa puesta de sol.

Se puede llegar en coche, moto o bicicleta desde Sant Miquel de Balanzat o desde Sant Joan de Labritja, las localidades más cercanas.

Servicios:

Alquiler de hamacas y sombrillas, pedalos, duchas gratuitas, aparcamiento asfaltado y gratuito construido recientemente, diversos chiringuitos, bares y restaurantes con una oferta gastronómica bastante variada.