La guerra en Oriente Próximo

Evacuados del sur de Israel: "Si no matábamos a los milicianos de Hamás, nos mataban a nosotros"

Hay cinco hoteles llenos en todo Tel Aviv de personas que el pasado sábado vivieron lo inimaginable

Soldados israelíes caminan junto a cadáveres de milicianos de Hamás en el kibbutz Kfar Aza, este martes.

Soldados israelíes caminan junto a cadáveres de milicianos de Hamás en el kibbutz Kfar Aza, este martes. / EFE

Andrea López-Tomàs

"Perdona, ¿en qué día estamos?". Todos tardan unos segundos en responder. "Es que desde el sábado no sé ni en qué día vivo", confiesan abrumados. En este hotel de Tel Aviv rodeado por la maravillosa vista de un Mediterráneo soleado, las habitaciones están llenas de pinturas y muñecos de peluche. Niños y niñas corretean presumidos, mostrando la mariposa que envuelve sus ojos con maquillaje. El sol se cuela por los enormes ventanales y da a los pasillos un aire de vacaciones avivado por las carcajadas infantiles y la noción de comunidad que permea al aire. Diríase que están de turismo. Pero no. No lo están.

Nadie podría imaginar que, apenas hace dos días, todas esas familias, hoy sonrientes y bronceadas, se enfrentaban al terror más puro. Solo las carreras hacia el refugio antiaéreo cuando se activan las sirenas ensombrecen la instantánea y les recuerdan que, aunque están a salvo, la guerra continúa

Muy pocos están dispuestos a recordar el primer día. "Fue un día negro", explica Shaked Israeli. Esta trabajadora social de 33 años, madre de dos hijos, ha venido esta mañana hasta el hotel para unirse a las decenas de voluntarios que están ayudando a las familias evacuadas de los pueblos fronterizos del sur de Israel. Su marido ha sido llamado a filas en el frente norte que puede escalar con la libanesa Hizbulá. Cuando lo recuerda, se deshace en lágrimas. "Esto es Israel", afirma, en referencia a los miles de conciudadanos que están prestando su ayuda alrededor del país. "Sabíamos que cuando ocurriera una guerra o una situación importante, estaríamos juntos de nuevo y eso es exactamente lo que estamos haciendo", explica, orgullosa.

Dos niñas evacuadas de poblaciones israelís fronterizas con Gaza juegan en una sala del hotel de Tel Aviv en el que se encuentran alojadas, este martes.

Dos niñas evacuadas de poblaciones israelís fronterizas con Gaza juegan en una sala del hotel de Tel Aviv en el que se encuentran alojadas, este martes. / ANDREA LÓPEZ-TOMÀS

Defendiendo sus casas

Hay cinco hoteles llenos en todo Tel Aviv de personas que el pasado sábado vivieron lo inimaginable. "Aunque estábamos preparados, nunca nos podríamos haber imaginado que milicianos de Hamás llegarían hasta las puertas de nuestras casas", explica un residente del kibbutz Nir Am que prefiere mantener el anonimato por razones de seguridad. Hablan, pero callan. El miedo todavía los angustia. En esta comuna agrícola israelí, creada en 1943 antes del establecimiento del Estado de Israel, vivían 200 familias a dos kilómetros y medio de Gaza. Hoy, 58 están reunidas en este hotel. La suya es una historia excepcional. Pese a la cercanía con la Franja, un grupo de 10 hombres se posicionaron a las puertas del kibbutz para defenderlo con armas. Mataron a más de 20 milicianos de Hamás. Nadie murió en sus hogares, a diferencia de lo que le ha pasado a sus vecinos. 

A más de 80 kilómetros del lugar que fue su casa y su posible condena a muerte, uno de esos 10 hombres, amparado por el anonimato, comparte su experiencia con este diario. "Sentí que necesitaba salvar a mis hijos, mi mujer y mis amigos del kibbutz; era o nosotros o ellos", recuerda. No le tiembla la voz. "En una situación así, entras en modo guerra, no tienes el privilegio de pensar, debes actuar", defiende, mientras su teléfono se ilumina con noticias de amigos y conocidos que ya no están. Su amigo estuvo en el refugio antiaéreo de su casa durante toda la agresión. "Si no hubiera sido por este grupo de 10 personas, nos habrían matado a todos como en los otros kibbutzim; si no los matábamos, nos mataban a nosotros", afirma este israelí-sudamericano que vive en Nir Am desde hace dos décadas. 

Con el manso Mediterráneo de fondo, el héroe del kibbutz reconoce lo que nadie se atreve a mencionar aún. "Ver a milicianos de Hamás a las puertas de mi comunidad afecta sin duda el sentimiento de seguridad que teníamos en el sur de Israel", constata. Aunque duda, sabe que, en cuanto pueda, en cuanto esté preparado, en cuanto su mujer y sus dos hijas lo deseen, volverán al kibbutz. No tienen miedo alguno al lugar donde más miedo pasaron en toda su vida. Pero eso no impide que las lágrimas lleguen a sus ojos. "Es muy difícil ver cómo hora tras hora otra persona que conocías ha muerto", reconoce. "Esto es lo más duro para mí", concluye.

Un grupo de voluntarias trabajan en la entrada del hotel en el que se alojan familias desplazadas de las poblaciones israelís fronterizas con Gaza, este martes.

Un grupo de voluntarias trabajan en la entrada del hotel en el que se alojan familias desplazadas de las poblaciones israelís fronterizas con Gaza, este martes. / ANDREA LÓPEZ-TOMÀS

"Trauma nacional"

Mientras los niños del hotel disfrutan de los juegos de mesa y las creaciones artísticas con voluntarios venidos de todo Tel Aviv, los padres se dedican a repensar su relación con sus hijos. Les ayuda la supernanny israelí, Michal Dalyot, asesora de padres y directora académica del colegio Lewinsky. "Les explico cómo se sienten y piensan los niños, y qué hacen con la información que tienen y qué preguntas hacen cuando les falta información", explica a El Periódico de Cataluña, del Grupo Prensa Ibérica. "Al ser del sur de Israel, están acostumbrados a ir a refugios y a ser bombardeados, pero no están acostumbrados a lo que pasó el sábado: es algo completamente nuevo y horrible", rememora. 

Durante el día, se suceden las sirenas cuando caen los cohetes sobre Tel Aviv. En un par de horas, padres y niños corren al refugio antiaéreo del hotel. Allí dentro, juegan y charlan. "Son niños; no necesitan saber todo lo que ha pasado", defiende Dalyot. "Es un trauma nacional y lo compartimos unos con otros", reconoce la trabajadora social Israeli. Nuevos voluntarios llegan a cada hora al hotel buscando dar algo a sus conciudadanos. "Ahora no es momento de tomar decisiones", subraya la asesora de padres.

Nadie quiere pensar en qué pasará mañana. Desde el confort del hotel, rememoran lo ocurrido y su odio a los palestinos, ya amasado en el pasado y ahora encarnados en los "bárbaros" de Hamás, no para de crecer. "No queremos dejarles ganar", defiende el israelí-suramericano cuando es cuestionado sobre sus deseos de volver al kibbutz. Aún no sabe cuando pero volverán. Aunque sigan cayendo las bombas, aunque a dos kilómetros y medio de sus casas 830 palestinos hayan sido asesinados por bombardeos israelís, volverán. "Vamos a volver a nuestra casa y a nuestro país que es Israel", concluye.

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