El patio interno de Putin

El polvorín del Cáucaso: tensiones entre repúblicas y recelos contra Moscú por la movilización para Ucrania

Hoy en día está controlada por Ramzán Kadyrov, un gobernador duro y que goza del visto bueno de Vladímir Putin

Ramzan Kadírov, presidente de la república rusa de Chechenia

Ramzan Kadírov, presidente de la república rusa de Chechenia / Archivo

Àlex Bustos

Las repúblicas rusas del Cáucaso arrastran el estigma de conflictivas. A día de hoy la situación está calmada, pero podrían producirse puntuales estallidos, tanto de tensión entre las docenas de etnias que la integran como de rebelión contra Moscú, algo que reflejan los ministerios de Exteriores de diferentes países europeos en sus páginas web. Según avisan, esta parte del país es inestable y potencialmente peligrosa e incluso guías turísticas como las de Lonely Planet recomiendan no visitarla.

Aunque los peores tiempos del Cáucaso ya pasaron con los "terribles años 90", aún resuena esa época difícil. Marta Ter, analista especializada en el Cáucaso, explica que el sentimiento independentista "es flojo en las repúblicas de la zona". Chechenia es la que cuenta con una pulsión separatista "más fuerte". De hecho, esta región ya se independizó de facto en los años 90, aprovechando el caos posterior a la disolución de la URSS, y llegó a controlar su territorio aunque ningún otro país del planeta la reconoció como un Estado independiente. Hoy en día está controlada por Ramzán Kadyrov, un gobernador duro y que goza del visto bueno de Vladímir Putin. Esta circunstancia le permite tener manga ancha a la hora de gestionar su región e incluso gozar de privilegios como la concesión de territorios ingushetios en 2018, algo que despertó protestas en Magás, la capital de Ingushetia.

Otro de los factores que ha encendido el ánimo de los locales del Cáucaso es la movilización parcial con motivo del conflicto rusoucraniano, que ha sido más intensa tanto en el sur de Rusia como en Siberia, algo que provocó el pasado mes de septiembre manifestaciones que llegaron a ser incluso violentas, en las que algunos policías fueron agredidos y los agentes necesitaron realizar disparos al aire para dispersar la muchedumbre. Durante el intento de golpe de Estado del grupo Wagner de finales de junio, algunas personas aprovecharon la confusión para pintar en algunas paredes de Majachkalá, la capital del Daguestán, pintadas de "Daguestán no es Rusia".

A pesar de que los daguestaníes se sienten como "ciudadanos de segunda", Ter advierte que no hay un fuerte apoyo a "quererse separar de Rusia". No obstante, esta analista considera que si se produjera nuevamente una ola de reclutamiento parecida a la del septiembre de 2022, previsiblemente las que más protestarían serían la misma "Daguestán y Kabardino-Balkaria", las que ya se quejaron más enérgicamente entonces.

En otras partes del Caúcaso también hay cierta sensación de agravio hacia Moscú. En el caso de las repúblicas que formaron parte de la antigua nación de Circasia –Adiguea, Kabardino-Balkaria y Karachevo-Cherkess–, hay un leve descontento por el genocidio circasiano del siglo XIX, que Rusia ni ha reconocido ni ha pedido disculpas por él. Admite el periodista cherkeso Artur Kencheshayov, no sin antes mirar a su alrededor para ver quién está escuchando, que incluso ahora "explicar este tema es algo complicado, aunque pasara en el siglo XIX (...) fue una catástrofe para el pueblo circasiano". Es un asunto polémico y activistas de Nalchik denunciaron no poder conmemorar a sus antepasados durante el día de duelo circasiano.

Disputas entre regiones

Entre los diferentes pueblos de esta región ubicada en la frontera entre Europa Orienta y Asia Occidental también hay tensión en el aire. Entre ellos, el que peor relación tiene con el resto de sus vecinos es Chechenia. Basta hablar con cualquier habitante de las otras repúblicas para saberlo. "¿Chechenia? Mejor no ir, no queremos hacer negocios con ellos", explica Ajmed, un taxista de Ingushetia. "Allí desaparece gente, lo mejor es ni pisar esa república", afirma Amina, de Osetia del Norte. Ingushetia, la vecina de Chechenia al oeste, vio cómo la guerra entre esta república y Moscú se extendió a su territorio entre 2007 y 2015, y aún recuerda lo que le pasó a Ali Astamirov. Este periodista lleva desaparecido desde 2003, cuando fue secuestrado por un grupo de hombres en Nazrán.

Otra de las repúblicas de la región, Osetia del Norte sufrió el secuestro de la escuela de Beslán, en el que militantes islamistas que buscaban la independencia de Chechenia como emirato islámico, tomaron el centro escolar haciendo rehenes a los niños. En dicho ataque murieron 333 personas, entre ellas 188 menores. La brutalidad con la que entraron las fuerzas especiales y el caos –padres de los alumnos asistieron al asalto con sus propias armas de fuego, provocando bajas por fuego amigo– que se produjo en el día del asalto disparó el número de fallecidos. La misma Osetia se enfrentó en los años 90 con su vecina al este, Ingushetia, en un conflicto armado entre paramilitares osetios y fuerzas regulares ingushetias, dejando al menos 500 muertos y más 50.000 refugiados internos. También mantiene un pulso con Georgia por el conflicto entre Tbilisi y la región rebelde de Osetia del Sur, que desea unirse a sus "hermanos" de Osetia del Norte, a pesar de que la comunidad internacional la sigue reconociendo como parte del territorio georgiano. 

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