Reunión con Xi Jinping

China agasaja a su "viejo amigo" Kissinger

El ex consejero de Seguridad allanó medio siglo atrás el deshielo de Pekín y Washington

Xi Jinping recibe con honores a Henry Kissinger, ex consejero de Seguridad que acercó a China y EEUU.

Xi Jinping recibe con honores a Henry Kissinger, ex consejero de Seguridad que acercó a China y EEUU. / EFE

Adrián Foncillas

Xi Jinping, secretario general del Partido Comunista de China, ha ofrecido sus respetos hoy a Henry Kissinger, entusiasta de la teoría del dominó que justificó los derrocamientos de gobiernos de izquierdas y las pertinaces masacres de comunistas en varios continentes durante décadas: lo de la cama y los extraños compañeros en su esplendor. A Kissinger le perdona China sus pecados por haberla acercado a Estados Unidos medio siglo atrás.

“Nunca olvidamos a nuestros viejos amigos y nunca olvidaremos tu histórica contribución al desarrollo de las relaciones sinoestadounidenses y a la amistad de nuestros pueblos”, le ha dicho Xi al secretario de Estado y consejero de Seguridad en tiempos de Richard Nixon y Gerald Ford. China ha subrayado la enjundia del invitado y del viaje. Ha sido recibido en la misma Casa Estatal de Huéspedes de Diaoyutai que ya sirvió de sede a aquella germinal reunión secreta de 1971. Ha hablado con Wang Yi, el más alto diplomático chino, y Li Shangfu, ministro de Defensa, sancionado por Washington desde 2018 por la presunta compra de armas rusas. Y le ha concedido audiencia Xi tras haber ignorado en las últimas semanas a Janet Yellen, secretaria del Tesoro, y John Kerry, enviado especial de asuntos climáticos. La había disfrutado Antony Blinken, secretario de Estado, y es probable que Xi se arrepintiera el día siguiente cuando fue llamado dictador por el presidente estadounidense, Joe Biden.

Kissinger aterrizó en Pekín antes de que despegara Kerry pero el solapamiento es casual. El viaje del primero había sido planeado meses atrás y tanto Kissinger como la Casa Blanca han insistido en su carácter privado. Su finalidad, según el diario hongkonés South China Morning Post, es entender a las élites chinas y compartir su aprendizaje con las estadounidenses esperando que su prestigio en uno y otro lado aceite el acercamiento.

100 visitas a China

Kissinger ha cumplido cien años y cien visitas a China, según la televisión publica. Quizá son cuentas infladas pero a Kissinger, en cualquier caso, se le ve con asiduidad en China, relajado y sin la controversia que despierta en otros lugares. Su sintonía con Pekín es paradójica: Kissinger sublimó el expansionismo estadounidense, la “realpolitik” de suma cero y la mentalidad de Guerra Fría que los discursos oficiales y la prensa nacional critican a diario.

Todos esos deslices han quedado sepultados bajo sus discursos sobre China. Cuando estaba en activo ya alertaba de que se convertiría tras varias décadas de desarrollo en un rival imbatible y en los últimos años ha prevenido contra “la catástrofe” que le espera al mundo si no se corrige el rumbo actual. No son pronósticos especialmente clarividentes ni brillantes pero contrastan con el cerril frentismo que adoptó Donald Trump y continúa Biden.

Tuvo más mérito el viraje que impuso en aquellos tiempos en los que Pekín era vista en Washington con más aversión incluso que Moscú. A ambos le unía el miedo a la Unión Soviética. La Guerra Fría tenía aún un pronóstico incierto y EEUU quería impedir un bloque sinosoviético. A Mao Zedong le inquietaba que la creciente hostilidad de su antiguo aliado ideológico derivara en una guerra nuclear. Kissinger viajó a Pekín en secreto y allanó el encuentro del año siguiente de Mao y Nixon. “La semana que cambió al mundo” o “la más grandiosa semana en la Historia desde la creación”, diría después el presidente estadounidense. La reunión tranquilizó a China para centrarse en la apertura económica pocos años después y pavimentó su ingreso en la comunidad internacional tras la expulsión de Taiwán de la ONU.

Cruce de caminos

Aquel contexto trae sus ecos. Washington camina hoy en sentido contrario, tenaz en su hostilidad e ignorante de la prioridad sentada medio siglo atrás por Kissinger: evitar que Pekín y Moscú tengan mejores relaciones entre ellos que con ella. “China y Estados Unidos están otra vez ante un cruce de caminos y tienen que tomar una decisión de nuevo”, ha afirmado hoy Xi, urgiendo a los estadounidenses como Kissinger a “jugar un papel constructivo para devolver las relaciones a las vías”. De su agenda trasciende el premio a los que defienden a China: se reunió meses atrás con el millonario Bill Gates y esta semana con Rodrigo Duterte, expresidente filipino.

“No importa lo difícil que sea, ambas partes han de tratarse con igualdad y mantener el contacto. Es inaceptable el intento de aislarse o separarse del otro”. Lo ha dicho hoy Kissinger pero se puede leer cualquier día con diferencias mínimas en la prensa china. “Washington necesita una diplomacia con la sabiduría de Kissinger”, ha abundado Wang Yi.