“Mira, esto es como si dos amigos se sientan a comer una pizza. Empiezan a hablar sobre cómo se la van a repartir. Pero, mientras intentan llegar a un acuerdo, uno de ellos se la va comiendo, trozo tras trozo. Así es el conflicto por las tierras entre Palestina e Israel”. Con esta imagen ficticia describe el palestino Shadi el vértigo que le produce la evolución en las últimas décadas de la ocupación israelí de territorio palestino. En 1980 había en Cisjordania unos pocos miles de colonos israelíes; hoy son cerca de 700.000.

La desazón general plasmada por Shadi es compartida por las decenas de activistas, analistas y ciudadanos de a pie con los que ha hablado en Cisjordania EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica. Ninguno espera que nada cambie tras las elecciones parlamentarias en Israel de este martes 1 de noviembre. Tampoco los diplomáticos occidentales en la zona.

Las encuestas dan ventaja al bloque de partidos de derecha, ultraderecha, sionistas y ultraortodoxos judíos liderado por el ex primer ministro Benjamin Netanyahu. Enfrente, una amalgama de partidos de izquierda, derecha y árabes que lidera el actual primer ministro Yair Lapid. Concurren dos docenas de partidos que se disputan 120 escaños de una Knéset atomizada en la que las conversaciones para formar gobierno son endiabladas. Israel ha celebrado cinco elecciones en tres años y medio.

La campaña ha estado marcada por los mensajes sobre la economía y la inflación. El coste de la vida ocupa en los medios y en los debates políticos el espacio que hace unos años dominaba la cuestión de seguridad y la relación con los palestinos. Y eso a pesar de que, en las últimas semanas, Cisjordania vive la peor ola de violencia en más de una década. En lo que va de año, al menos 120 palestinos han muerto a manos del Ejército israelí y se sufre una ola de ataques de colonos a palestinos, mientras que al menos 20 israelíes han perdido la vida tras ataques palestinos. 

“Cuanto más se acercan las elecciones, más agresivo es el Ejército israelí; pero para los palestinos da igual quién gobierne en Israel”, dice Mustafá Barghouthi médico, activista y político palestino. Barghouthi es un hombre de 68 años con 35 restos de metralla en su cuerpo, un recuerdo, dice, de disparos israelíes hace muchos años, cuando atendía a un herido en una de las refriegas con la fuerza ocupante. Desde hace dos décadas lidera una especie de tercera vía palestina, alternativa al partido del Gobierno, Fatah, y al que controla la franja de Gaza, Hamás. Fundó su partido, Iniciativa Nacional Palestina, al que se adhirió el intelectual Edward Said. Ahora provee de asistencia médica a cerca de millón y medio de palestinos con una ONG sanitaria. Promueve la creación de un estado palestino, pero reta a Israel a que, si no quiere aceptar eso, asuma sus responsabilidades y cree uno, con los palestinos disfrutando dentro de plenos derechos. “Israel ha destruido sistemáticamente la solución de dos estados y lo ha substituido con uno en el que practica el apartheid [sistema de segregación racial]. La respuesta a eso no debe ser aceptar ser esclavos, sino exigir igualdad de derechos en un solo estado democrático”. 

Los palestinos no celebran elecciones desde las fallidas de 2005, y hay un enfrentamiento entre Fatah y Hamás. Dicen que el principal escollo es que Israel no les deja hacerlas en Jerusalén Este, donde vive medio millón de palestinos, uno de cada diez. 

La guerra de los libros de texto

En los territorios ocupados de Palestina, el enfrentamiento con Israel es casi constante y sobre cualquier asunto. Los choques ocurren en todos los aspectos de la vida, con distinto grado de violencia. Puede que un soldado israelí arroje la bici de un niño palestino a la basura sin motivo aparente, que estos les tiren piedras en las incursiones militares o que un grupo de colonos judíos agreda a palestinos por las calles. En las últimas semanas se han hecho habituales las incursiones mortales del Ejército israelí en Cisjordania. Alegan que buscan terroristas. También, asesinatos de soldados israelíes por parte de palestinos. Se pelea a alto nivel diplomático por el respeto de las líneas acordadas en una negociación internacional, y a bajo nivel por unos libros de texto.

Hace un mes, 150 colegios palestinos de Jerusalén Este fueron a la huelga. Cerraron para protestar por la introducción de libros de texto israelíes en sus aulas. Israel amenazó con retirar las licencias a varios centros si no dejaban de usar los aprobados por la Autoridad Palestina en lugar de los autorizados por el Gobierno israelí. Las asociaciones de padres y los profesores palestinos aseguran que Israel quiere adoctrinar con su narrativa del conflicto, prohibiéndoles hablar de la Nakba (el día de la catástrofe) de 1948, cuando cerca de un millón de palestinos tuvieron que abandonar su tierra en medio de la guerra con los judíos. El Gobierno de Tel Aviv asegura que los libros de texto aprobados por la Autoridad Palestina incitan al antisemitismo y ensalzan la violencia.  

El asunto complica la vida a la UNRWA, la organización de Naciones Unidas que gestiona centenares de escuelas por los campos de refugiados palestinos que pueblan la región. Pero la principal traba sigue siendo la violencia constante. “Este edificio era antes un centro educativo, pero está demasiado pegado al muro de separación [construido por Israel] y lo tuvimos que mover”, explica Adam Bouloukos, director de la UNRWA en Cisjordania. Habla en la azotea de uno de los edificios de la organización en el campo de Aida, cerca de la ciudad de Belén, desde donde se aprecia la dimensión de la enorme muralla de hormigón que serpentea por centenares de kilómetros de territorio palestino. “Y aquí tenemos unas 12 incursiones a la semana en las que se disparan balas o gases lacrimógenos. No quieres tener niños en medio”.

1948 - 2022

Palestina está formada por Gaza y la propia Cisjordania -incluido Jerusalén Este-, cerca de 6.000 kilómetros cuadrados de territorio, una extensión similar a la provincia de Alicante. Israel, como Potencia Ocupante, controla cerca del 75% del territorio palestino. Lo ocupa con colonias (pequeños pueblos amurallados en la cima de las colinas), bases militares y carreteras de uso exclusivo israelí, además de zonas designadas como reservas naturales y bajo control también de Tel Aviv. La Autoridad Palestina controla sólo un 18% del territorio de Cisjordania, delimitada por la llamada “línea verde”, la frontera de facto reconocida internacionalmente. En Gaza gobierna el partido islamista Hamás. 

Palestina como una pizza: el estado del conflicto eterno ante las elecciones en Israel.

En 1947, Naciones Unidas propuso un plan de partición de la Palestina histórica (entonces un protectorado británico): 55% del territorio para crear un Estado para los judíos, 45% para uno árabe y la ciudad santa, Jerusalén, bajo control internacional. Los árabes, que entonces estaban en el grueso del territorio y suponían siete de cada diez habitantes, rechazaron la partición. En 1948 estalló la guerra, que ganaron las fuerzas sionistas. Un año después, se alcanzó un armisticio con límites en la mencionada línea verde. Centenares de miles de palestinos abandonaron Palestina y centenares de miles de judíos de todo el mundo empezaron a acudir al nuevo y poderoso estado. La guerra volvió a estallar en 1967. Israel ocupó los altos del Golán sirios, Jerusalén, Gaza y Cisjordania. En los noventa llegó la etapa en la que más cerca se ha estado de la paz en la región. Empezó con la conferencia de Paz de Madrid de 1991, y terminó con los acuerdos de Oslo de 1993 y 1995. Lo que allí se definió es el marco al que la comunidad internacional se agarra para definir su política de dos estados a cada lado de la línea verde. Pero la historia continuó, con dos décadas de incumplimientos de los acuerdos y planes de ocupación cada vez más acelerados, especialmente bajo el líder israelí Netanyahu, que ahora trata de volver a la jefatura del Gobierno.