Vivienda

Un contenedor de obra convertido en infravivienda en Can Negre

Dos mujeres migrantes pagan un alquiler por residir en un módulo de obra sin servicios instalado en un descampado

Una de las dos inquilinas accede al interior de la infravivienda.  | D.I.

Una de las dos inquilinas accede al interior de la infravivienda. | D.I.

David Ventura

David Ventura

Está acostumbrada a que en el terreno situado justo detrás de su casa haya de todo. Durante un año, se llenó con decenas de colchones procedentes de varios hoteles. Desaparecieron los colchones y los sustituyeron diversas maquinarias de obra. A mediados del pasado mes de mayo, apareció un módulo de obra prefabricado. Lo que no se esperaba es que, una semana más tarde, este contenedor se convirtiera en el hogar de dos nuevas vecinas.

Una imagen del contenedor de obra que se alquila como vivienda en Can Negre. | D.V.

Una imagen del contenedor de obra que se alquila como vivienda en Can Negre. | D.V. / DAVID VENTURA

«El 15 de mayo instalaron ese módulo prefabricado, como los que ves en las obras», dice esta vecina de Can Negre que prefiere permanecer en el anonimato: «Y una semana más tarde ya había gente viviendo. Es increíble».

La desesperación por la falta de vivienda, sumada a la avaricia y la falta de escrúpulos, ha generado toda una economía sumergida que convierte cualquier espacio en un hogar en potencia y, por extensión, en una posibilidad de ganar dinero. Ya sean unos corrales, un chamizo, una furgoneta o, como en este caso, uno de los módulos que se suelen encontrar en las obras y que, como es obvio, no tiene ninguna de las más mínimas condiciones para que alguien haga de ellos su casa.

Es el caso del solar situado entre los número 11 y 13 de la calle Tajo. En una esquina, junto a la pared de la finca colindante, se encuentra el contenedor, de aproximadamente 15 metros cuadrados —2,5 de ancho por 6 de largo—. Sin luz, lavabo ni agua corriente. En el exterior, un par de sillas de plástico y una sombrilla, en lo que parece un remedo de terraza. Sobre un mueble viejo reciclado, algunas cazuelas y utensilios de cocina.

«Denuncié esta situación en la Línea Verde de Santa Eulària y todavía no he obtenido respuesta», comenta esta vecina, «y, como es una propiedad privada, la policía no puede entrar si no cuenta con una autorización».

Señala también que no tiene ninguna queja sobre las dos inquilinas que malviven en el interior del contenedor: «No son ruidosas, no han creado problemas», pero que su gran temor es que, si está situación no acarrea ninguna consecuencia, vaya a más: «Ya lo hemos visto en Can Rova, que está aquí al lado. Si se sienten impunes, pondrán más módulos para sacar más dinero».

Esta mujer tiene miedo de que la situación de Can Rova, que está justo al otro lado de la carretera, se extienda también al barrio de Can Negre. Junto a la rotonda, ya hay un par de chabolas. Señala también que en el antiguo edificio de La Maison de l’Elephant, cuyas obras de reforma permanecen paralizadas, se ha instalado una pareja de okupas, y que por la zona se multiplican los vehículos abandonados: «Hay una degradación de esta zona que salta a la vista. A la que nos despistemos, lo que hay en Can Rova, estará también en Can Negre».

Las inquilinas

Por su parte, un portavoz del Ayuntamiento de Santa Eulària ha explicado que, efectivamente, se han recibido las quejas por la infravivienda situada en calle Tajo y que se ha dado traslado de esta al departamento de Infracciones. Según este portavoz, con esta comunicación, la idea es que Infracciones «pueda iniciar el procedimiento de investigación y hacer los trámites necesarios», aunque admiten que «es un tema muy reciente» y que no tienen más novedades.

Después de hablar con la vecina, este redactor recabó el testimonio de las inquilinas de la infravivienda. Una de ellas respondió a algunas de las preguntas que se le formularon, aunque luego declinó continuar dando más explicaciones.

«Vivimos dos mujeres aquí», comentó una mujer con acento sudamericano desde detrás de la ventana que hay junto a la portezuela del módulo: «Llegamos a Ibiza hace tres semanas, venimos de Zaragoza».

Cuando se les pregunta quién les ha conseguido esa infravivienda, confirma: «Ha sido una mujer quien nos lo alquiló», pero no quiere decir cuánto pagan por ella. Antes de despedirnos, me realiza la siguiente petición: «Por favor, no escriba nada contra los inmigrantes. Nosotras estamos tranquilas y no queremos problemas. Hemos venido aquí a trabajar y ya está».

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