Geolodía en Ibiza: Cuando el Kimmeridgiense te eriza la piel

Los participantes visitan la zona en la que afloran numerosos fósiles.

Los participantes visitan la zona en la que afloran numerosos fósiles. / Geolodía

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

Lo normal es que los turistas que visitan los chiringuitos de es Jondal no sientan excesivo interés por su acantilado, situado (si miran hacia el mar) a su izquierda. Quizás en algún momento (unos segundos entre copa y copa) lo miren, fascinados por su imponente talud, pero poco más. Por el contrario, a un geólogo que visitara por primera vez esta cala y observara el colosal plegamiento coronado por losas calcáreas del Jurásico Kimmeridgiense le bastarían apenas unos segundos para que la piel se le erizara. Seguro que, además, correría emocionado hacia los estratos de Cretácico Inferior situados al sudeste para buscar fósiles de 130 millones de años. El sábado, tres geólogos (Luis Alberto Tostón, Xavier Guasch e Inés Roig) lograron que unas 150 personas ya no vean aquella cala como un turista que bebe un Aperol spritz mientras se tuesta al sol, sino con los ojos de un científico. Y eso gracias al ‘Geolodía’ —que volvió a celebrarse en Ibiza tras el parón de la pandemia—, una excursión guiada por expertos cuyo objetivo es mostrar la geología como una ciencia atractiva y útil. Se celebra el mismo fin de semana en toda España.

Acantilado de Porroig, donde se produjo recientemente un desprendimiento. | GEOLODÍA

Acantilado de Porroig, donde se produjo recientemente un desprendimiento. | GEOLODÍA / José Miguel L. Romero

«Geológicamente, la zona es muy bonita, tiene mucho que ver. La escogimos para el ‘Geolodía’ porque hay de todo un poco. Hay procesos extremos y el mar siempre se mueve allí, lo que hace que tenga una brutal fuerza erosiva», cuenta Tostón. Y eso último se ve, por ejemplo, en los còdols: «Unos son de colores amarillentos y no tan duros, y otros son más duros, la mayoría surcados por finas vetas blancas de cuarzo y de colores grisáceos. Los primeros son de las calizas margosas del Cretáceo Inferior, y los segundos corresponden a las calizas en losas del Jurásico Kimmeridgiense, de entre 155 y 150 millones de años, que forman la parte más escarpada de la punta des Jondal». Los cantos caen del acantilado al mar, que los remueve. Al chocar entre ellos se pulen y redondean. Y se crea una especie de lenta pero inexorable corriente de còdols, enormes en las cercanías del acantilado y progresivamente más pequeños («llegan a ser pelotitas») conforme las corrientes los transportan, durante cientos de años, hacia el otro extremo de la cala, donde está el chiringuito Tropicana, cuenta Tostón, que recuerda que un proceso similar tiene lugar entre es Cap des Falcó (donde están los cantos rodados más grandes) y es Codolar (adonde llegan ya muy erosionados).

Tostón busca un fósil entre los ‘còdols’ de es Jondal. | GEOLODÍA

Tostón busca un fósil entre los ‘còdols’ de es Jondal. | GEOLODÍA / José Miguel L. Romero

Pero una de las zonas más espectaculares de esa cala se encuentra en su extremo oriental. Se trata de un auténtico parque temático de fósiles al aire libre: «Es un yacimiento espectacular, de primer orden. Toda la zona es del Cretácico Inferior, capas de 80 a 100 metros de espesor. Es una fuente fosilífera brutal, inagotable. No sé si en la historia de la vida ha habido algún momento de mayor biodiversidad. Yo no lo creo, es tremendo». No son los fósiles más espectaculares (no, no hay dinosaurios ni nunca los hubo en Ibiza, a pesar de aque algunos han llegado a ver sus huellas en la costa: en realidad eran cocons), y algunos están troceados, «pero encuentras amonites, belemnites, braquiópodos, gasterópodos...». El sábado, «todos» hallaron «algún ejemplar de cada uno de esos grupos». Cuando Tostón era profesor en el instituto Sa Blanca Dona hacía esta excursión habitualmente con sus alumnos, que comprobaban cómo «en esas margas blandas no hace falta ni picar para encontrar un fósil». Basta la lluvia para que se desprendan, de manera que quedan «sueltos» por el terreno: «A no ser que sean muy grandes, suelen estar enteros».

Participantes en el ‘Geolodía’. | GEOLODÍA

Participantes en el ‘Geolodía’. | GEOLODÍA / José Miguel L. Romero

Luego caminaron hasta el otro extremo de es Jondal, es Cap des Metge, un saliente y promontorio que separa esa cala de la de es Xarco. Desde ahí disfrutaron de una vista completa de todo el acantilado, que es un ejemplo de «follón tectónico», calificativo usado en otro ‘Geolodía’. En este caso, y debido a una extraordinaria deformación, la capa que debería estar en el fondo (la del Jurásico Kimmeridgiense, de unos 155 a 150 millones de años) aparece en lo alto del Puig des Jondal, es decir, encima de capas más jóvenes (del Jurásico Superior, de 150 a 130 millones de años, y del Cretácico Inferior, de 130 a 98 millones de años). «En este espectacular pliegue sinclinal se ve muy bien el plegamiento producido por el choque de la placa europea con la africana, que es el origen de toda la cordillera Bética», detalla Tostón. Sin embargo, cerca, en es Cap des Metge y Porroig, no hay ese encabalgamiento, de manera que se mantiene el orden: lo más nuevo está arriba; lo más antiguo, abajo.

La visita guiada, en la playa de es Jondal. | GEOLODÍA

La visita guiada, en la playa de es Jondal. | GEOLODÍA / José Miguel L. Romero

Colección de fósiles de Luis Alberto Tostón encontrados en es Jondal. | GEOLODÍA

Colección de fósiles de Luis Alberto Tostón encontrados en es Jondal. | GEOLODÍA / José Miguel L. Romero

«Gracias a esa deformación existe la isla de Ibiza. Si no se hubieran levantado todas esas rocas depositadas en el fondo del mar, este territorio seguiría siendo eso, fondo de mar», aclara el exprofesor. El geólogo recuerda que esas capas del Jurásico Kimmeridgiense que afloran en la cresta de es Jondal son las mismas que se pueden ver en la base de las murallas de Vila y que se pueden observar de cerca en el parque Reina Sofía o subiendo el portal de ses Taules, «estratos inclinados que alternan una capa más dura con otra más blanda de calizas tableadas».

Compactación mínima

En es Xarco, Tostón, Guasch y Roig explicaron que tanto esa playa como la adyacente (y como la mayor parte de las de Ibiza) «tienen su origen en torrentes que desembocan allí. El torrente siempre circula por la roca más blanda, que no es la caliza del Jurásico, sino las margas del Cretácico Inferior».

Y al oeste de es Xarco aparece la península de Porroig, que tiene en su base una unidad de Jurásico Superior (de rocas duras y compactas), mientras que por encima hay una formación de Glacis Cuaternario, un depósito compuesto por grabas, arenas y arcillas rojas transportadas desde las partes altas hasta allí por aguas torrenciales. «Su grado de compactación —comenta Tostón— es mínimo por su heterogeneidad y por la escasa dureza de los materiales que la constituyen». No lo tuvieron fácil para ver esa zona, pues su extrema privatización dificulta el acceso público al mar. Por eso tuvieron que contemplar la zona del reciente desprendimiento (que sepultó varias casetas varadero) desde enfrente, desde la parte norte de la bahía: «Ese glacis no tiene ningún tipo de sujeción ni de firmeza, pese a lo cual hay edificios en él. Otra cosa es que hubieran construido sobre caliza o sobre la unidad del Jurásico Superior, más duras y compactas».

Allí mostraron a los participantes en el Geolodía la fórmula para conocer cuál es la situación geológica de ese área: R (riesgo)= P(eligrosidad) x E(xposición) x V(ulnerabilidad). «Hay peligrosidad porque hay muchísima pendiente. La exposición es poca porque abajo sólo hay casetas de pescadores, de manera que hay poco riesgo, aunque lo hay, de que le pase algo a alguien o a una propiedad. Y la vulnerabilidad está a tope: arriba hay un acantilado compuesto por material suelto, a lo que se suman numerosas fincas en las que es habitual que haya césped, que riegan para mantener. Y regando y regando, el agua se infiltra y hace de lubricante de ese material, lo ablanda». El futuro de esa ladera es imaginable.

Cerca están los acantilados de sa Caixota, donde un deslave provocó hace tres lustros el desplome de un edificio y daños considerables en otros: «Estaba cantado. Allí hay mucha pendiente y mucha posibilidad de recibir aguas torrenciales que acaban infiltrándose». El terreno, el peso, el agua, la gravedad y la erosión del mar que socava la base actuaron conjuntamente para causar aquel pequeño cataclismo. Que algo similar vuelva a ocurrir es cuestión de tiempo: «Con ese cúmulo de factores de alto riesgo —avisa Tostón—, puede haber otro deslave en esa zona, como en es Cubells, en 300 años, en tres años o en tres meses. En cualquier momento. Pero volverá a ocurrir. La geología es impredecible».

Suscríbete para seguir leyendo