Ucranianos en Ibiza: «Defendemos nuestra dignidad»

La comunidad ucraniana vive el segundo aniversario de la invasión rusa con la esperanza de que Occidente no les dé la espalda

Al menos dos compatriotas que vivieron en la isla durante la pasada década han fallecido en el frente

Josep Àngel Costa

Josep Àngel Costa

Vivir la guerra desde la distancia no es ningún alivio. Al contrario, Dmytro Kyiashkot guarda un breve silencio revelador antes de explicar que la gente en Ucrania se ha sumido en una depresión constante. «Mi mujer estuvo allí hace dos semanas para visitar a su familia y me cuenta que solo se ven caras tristes. Ya son dos años de guerra y, paseando por la calles, es fácil encontrarte con militares mutilados o con una procesión por el funeral de un soldado caído», relata.

Kyiashkots apenas llevaba tres meses en Ibiza cuando, el 24 de febrero de 2022, las tropas rusas entraron en las regiones de Donetsk y Lugansk, en el extremo oriental de su país. Tras cinco años como vicario en Valencia, la Iglesia greco-católica ucraniana le encomendó hacerse cargo de la comunidad de fieles de Ibiza, donde residen unos 250 compatriotas. Además del sacerdocio, la guerra le obligó a intermediar entre instituciones ibicencas y refugiados.

«Las personas que vinieron en los primeros meses a refugiarse a Ibiza se fueron a la Península o han regresado a Ucrania», detalla. Entra ellas se encontraban familiares de su esposa. La Iglesia greco-católica ucraniana está en comunión con el Papa de Roma, pero cuenta con derecho propio que permita el matrimonio de sus sacerdotes. Solo es mayoritaria en la parte occidental, ya que en el resto del país predomina la ortodoxa.

Salir de la guerra

La cuñada de Kyiashkot, Maria Kachmarska, entró en pánico cuando cayó una bomba sobre el aeropuerto de Ivano-Frankivsk. Veía el humo desde su ventana y temió por la vida de sus padres, vecinos de esa infraestructura. Afortunadamente, no les pasó nada, pero ya solo podía pensar en sacar de allí a su hijo Matvii, entonces de dos años y ocho meses.

En aquellos momentos, había colas de más de 20 kilómetros en la frontera con Polonia para huir de la guerra. Kachmarska tardó cinco días en reunirse con sus parientes en Ibiza. «Vivieron más de medio año con nosotros y regresaron. Ahora mi cuñada trabaja en el gabinete de prensa del alcalde de Ivano-Frankivsk».

"Los rusos dicen que han liberado ciudades como Mariúpol, ¿de qué las han liberado, si no quedan casas ni gente? Allí es imposible vivir"

Esta ciudad tiene unos 300.000 habitantes y de allí procede la mayoría de ucranianos de Ibiza, además de Leópolis. Ambas se encuentran en la parte occidental del país, lejos de los combates que se ceban en la zona oriental y en las regiones del Mar Negro y Mar de Azov, junto a Crimea.

«Hay ciudades que ya no existen, como Mariúpol. Los rusos dicen que han sido liberadas. ¿De qué las han liberado, si no quedan casas ni gente? Allí es imposible vivir», lamenta el sacerdote. Su región parece libre de esos estragos, «pero no hay ninguna zona que sea completamente segura». «Hace dos semanas, cayó una bomba cerca de Ivano-Frankivsk, en una central eléctrica, que dejó sin luz algunos núcleos» urbanos, detalla Kyiashkots.

Igualmente, no existe ningún ucraniano que no tenga algún allegado en el frente, «ya sea familia, vecinos o amigos». De hecho, la comunidad de ucranianos de Ibiza, que se centra en Santa Eulària, ha dedicado más de un rezo para dos personas que residieron en la isla, así como colectas para sus familias.

Una mujer ucraniana reza el rosario por la paz en la capilla de Lourdes.

Una mujer ucraniana reza el rosario por la paz en la capilla de Lourdes. / Marcelo Sastre

Mientras Kyiashkots atiende a este diario en la capilla de Lourdes, antes de la misa de mediodía, el obrero mayor de la parroquia ucraniana, Igor, ayuda a preparar la liturgia. Carga dos imágenes de la virgen María con el niño Jesús y un Cristo Pantocrátor para que flanqueen el altar, ambas de estilo oriental. Remata el conjunto con una bandera ucraniana. Igor conoció bien a esos dos soldados muertos.

«Rezar y ayudar»

«Uno llegó aquí en 2008 y vivió unos tres años. El otro, más joven, estuvo entre 2015 y 2018 y volvió de visita antes de la pandemia. Trabajó conmigo como ayudante», recuerda Igor, albañil de profesión. «El más joven dejó un hijo de menos de un año al morir», apostilla el sacerdote. Hay una tercera persona que también pasó por la isla y que ahora se recupera de las heridas en un hospital. Era compañero en el frente del hermano de Igor.

Como otros ucranianos que solo trabajan de temporada en Ibiza, Igor pasó una primera etapa en 2001 y 2002, hasta que se estableció definitivamente en 2005. Hace tres años que no va a a su país, pero allí estudia su hijo, de 24 años, y vive su madre. «Mi mujer viajó allí hace tres semanas para ayudar a la familia», precisa.

Igor no puede ir de visita y después retomar su vida en España, ya que la leva impide que los hombres salgan de Ucrania. Así y todo, tiene claro que, si se diera el caso de que las tropas rusas llegaran a la región de Ivano-Frankivsk, regresaría de inmediato para alistarse. «Es nuestro territorio, nuestro hogar y nuestras familias, pero esperemos que no lleguen», confiesa.

Pese a que nada parece indicar que Vladimir Putin desista de su invasión de Ucrania, Kyiashkots se muestra optimista. «Tengo la esperanza de que Dios ayudará a nuestro pueblo y nuestro futuro. No podemos parar de rezar y de ayudar», apunta el religioso. Igualmente, incide en que la comunidad internacional no puede dar la espalda a Ucrania ante los planes de Putin. «Estamos defendiendo nuestro territorio, pero también algo más importante como es la dignidad de las personas», sentencia.

"Cuando veíamos las colas de coches que llegaban al club parroquial con las ayudas, muchos lloraban de la emoción"

Unos veinte minutos antes de la misa, empiezan a llegar algunas fieles para rezar un rosario por la paz en la capilla de Lourdes. Como cada último domingo de mes, la colecta se enviará a los afectados por la guerra. «Ahora es más fácil comprar ropa y comida allí, por eso mandamos el dinero, así también nos ahorramos los portes», indica Kyiashkots. No oculta la gratitud que siente por toda la ayuda y el cariño de la sociedad ibicenca tras el inicio de la guerra.

Imagen del club parroquial de Santa Eulària, con ayuda humanitaria para Ucrania en marzo de 2022.

Imagen del club parroquial de Santa Eulària, con ayuda humanitaria para Ucrania en marzo de 2022. / J. A. Riera

«La respuesta que hemos tenido ha sido enorme. Aún recuerdo que llenamos el club parroquial hasta el techo con toda la ayuda humanitaria que nos trajeron [en las iniciativas de solidaridad con Ucrania]. Veíamos las colas de coches que llegaban y muchos lloraban de la emoción», recuerda.

Con aquellas aportaciones desde Ibiza, también llegaron a comprar una ambulancia que él mismo, junto a un compañero, trasladó hasta la frontera con Polonia.

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