Racismo

Jennifer Molina y Úrsula Ruiz: «Se suele pensar que el racismo en las aulas es cosa de niños»

Jennifer Molina y Úrsula Ruiz, de la asociación SOS Racisme Catalunya, imparten un curso organizado por el Fons Pitiús de Cooperació para docentes: ‘Eines per a lluitar contra el racisme dins i fora de l’aula’

Jennifer Molina y Úrsula Ruiz imparten el curso ‘Eines per a lluitar contra el racisme dins i fora de l’aula’. | TONI ESCOBAR

Jennifer Molina y Úrsula Ruiz imparten el curso ‘Eines per a lluitar contra el racisme dins i fora de l’aula’. | TONI ESCOBAR / Miguel González

La discriminación debido a la raza o al origen está presente en una gran cantidad de espacios de la sociedad. Las aulas de escuelas e institutos no son una excepción a estas conductas. La campaña ‘Enfront del racisme i la xenofòbia, actuam!’, promovida por diversas entidades solidarias de Ibiza, pone el foco en la segregación en la educación mediante un curso, organizado por el Fons Pitiús de Cooperació, que trata las percepciones sociales o la vulneración de derechos.

«Cuando pensamos en racismo en las escuelas, tendemos a imaginarlo como un conflicto entre niños o adolescentes, algo aislado o que surge de la nada. Tendemos a minimizarlo como ‘cosas de niños’», explica Úrsula Ruiz, abogada encargada de los servicios de atención y denuncia de la asociación SOS Racisme Catalunya. Esta organización se autodefine en su página web oficial como «trabajadora por la defensa de los derechos humanos desde la acción antirracista, de forma independiente, democrática y desde la acción de base».

Ruiz, junto con la coordinadora del área de comunicación de la organización, Jennifer Molina, han venido a Ibiza para impartir el curso ‘Eines per a lluitar contra el racisme dins i fora de l’aula’. Esta formación, que comenzó ayer y terminará esta tarde, está dirigida «al profesorado y la comunidad educativa, como psicólogos y orientadores», detalla Ruiz en la sede del Fons Pitiús de Cooperació.

La intención, cuenta la abogada, es que la dirección de las escuelas e institutos promueva una educación antirracista, que es aquella «que aporta herramientas pedagógicas y habilidades para combatir el racismo y la xenofobia desde la infancia». Molina espera que esta manera de hacer logre que los profesores y el resto de la comunidad educativa «sean modelos para los alumnos y las personas que reproducen el racismo o para las que lo sufren».

Ruiz matiza que los estudiantes que padecen esta segregación no son los únicos implicados en este tipo de conflictos, sino que las familias de «la víctima y el agresor» también están involucradas en estas cuestiones. Molina llama la atención sobre el papel que los adultos, instituciones y políticas tienen en estos casos: «Las unidades familiares también tienen que comprometerse con la lucha antirracista. No queremos verlo solo como algo que pasa en el aula entre dos niños».

Sin éxitos «en mayúsculas»

«No estamos teniendo casos de éxito en mayúsculas en educación», lamenta Ruiz. Explica que, en su experiencia con las instituciones públicas, la respuesta de estos organismos ante el racismo no es «contundente». Añade que no llevan a cabo unas investigaciones «sistemáticas» en estas ocasiones porque «ellos tratan estos casos como un conflicto cualquiera sin tener en cuenta que empieza por una discriminación».

Molina argumenta que la discriminación en los centros escolares se expresa de forma «social o interpersonal», aunque responde a «un racismo estructural e institucional». Ruiz insiste en que esta actitud se encuentra en «todas las instituciones y en las personas que trabajan en ellas y, de ahí, baja al aula». Por tanto, Molina deduce que si un niño presenta este tipo de comportamiento, es porque éste está apoyado «por todo un sistema racista. El chico solo está copiando lo que ve y oye». Agrega que este razonamiento no supone que las personas tengan la responsabilidad de no reproducir estas actitudes: «No existen por sí solas. Siempre tienen un apoyo que las respalda».

La letrada de SOS Racisme Catalunya explica que, cuando los responsables de un niño denuncian a un centro escolar, la institución contesta que ya han realizado «una tutoría de racismo o alguna actividad específica». La directora de comunicación explica que responden a los colegios o institutos diciéndoles que, quizás, «no están previendo suficientemente la discriminación» o que «a lo mejor no están haciendo lo adecuado». «Si hubieran actuado, la familia no acudiría», razona Molina.

Úrsula Ruiz afirma que cuando los responsables del menor afectado acuden a la asociación que representa quieren que avisen al centro escolar para «que cambien estas dinámicas». En esta línea, explica que también esperan que estos conflictos no se repitan o que instauren «mejores protocolos» para responder a este tipo de segregación.

Cuando la familia no se siente atendida, indica la abogada, tiene la sensación de que la escuela «no es un lugar seguro porque no se está responsabilizando de lo que ocurre». Apunta que, en el mejor de los casos el centro «no sabe cómo actuar» y que, en la peor situación posible, «niega el racismo». La responsable de comunicación se pregunta: «¿Qué haces ante esta situación? ¿Dejas de llevar a tu hijo a la escuela? ¿Lo llevas a sabiendas de que está siendo un riesgo y que puede empeorar la situación?».

La abogada de la asociación lamenta que un «caso de éxito sea, por desgracia», que la persona afectada cambie de escuela. Reconoce que, aunque esta medida mejore la situación concreta, no es «lo que realmente quiere nuestra entidad ni la familia». En cambio, señala que el objetivo de la asociación es el logro de una «escuela antirracista».

Molina matiza que un cambio tan drástico, «especialmente si ocurre durante el curso», no puede ser calificado como éxito. Defiende que esta iniciativa «victimiza» al estudiante. Aunque admite que la alternativa, permanecer en su centro, es que el niño o adolescente se exponga a una mayor «violencia, discriminación y trauma racial».

Úrsula Ruiz afirma que deben recurrir a esta decisión porque no les ofrecen herramientas «para trabajar de otra forma y proteger de forma efectiva a los menores». Entiende que un cambio de centro escolar no les garantiza que estos conflictos no se repitan porque otros alumnos podrían sufrir los mismos problemas.

La letrada observa que, en ocasiones, la actitud de los niños que se enfrentan a actitudes racistas no es la más adecuada para detectarlas: «Se lo guardan bastante. No es que pase algo y lo digan al momento». Comenta que la familia del menor es quien comienza a notar comportamientos diferentes en el pequeño. En ese momento, «preguntan a la escuela y les contestan que no está pasando nada». Por tanto, la actuación para remediar estas dificultades no empieza hasta «al cabo de un tiempo, que depende de la personalidad del niño».

La composición del curso

El primer día de la formación, que tiene ocho horas de duración en total, trata el racismo desde una perspectiva histórica y los «imaginarios de la sociedad de hoy en día», explica Ruiz. Además, detalla que en esa jornada orientan acerca de la vulneración de derechos humanos de las personas migrantes y prestan más atención a la infancia y adolescencia no acompañada.

El tema del segundo día (hoy) es la educación y el racismo. «Es un tema muy complejo y con muchos matices y que involucra a la comunidad educativa y a los alumnos y sus familias», apunta Ruiz. También informarán sobre los medios de comunicación y el lenguaje.

La abogada afirma que 22 personas se han inscrito para realizar el curso. Valora que es un grupo lo suficientemente grande como para «hacer incidencia y cambiar poco a poco imaginarios y que puedan hacer de agentes de cambio en su institución». Añade que este número de asistentes le permitirá «trabajar con calma y atender a todas las peticiones, preguntas y dudas».

Ruiz precisa que quienes cursen esta formación «se pueden empapar de teoría y de marcos estructurales y hacer actividades más prácticas para conseguir herramientas para detectar el racismo y saber cómo abordarlo».

¿Qué ocurre cuando el profesor es el racista de la clase?

Los alumnos se sienten «etiquetados», como si no sirvieran para estudiar «o no van a llegar a nada»

Úrsula Ruiz, abogada encargada de los servicios de atención y denuncia de la organización SOS Racisme Catalunya destaca que, en ocasiones, los maestros son quienes discriminan a los alumnos por su procedencia. Ella explica que ocurre cuando utilizan «expresiones racistas», tienen «bajas expectativas hacia los alumnos de otros orígenes» o les hacen recomendaciones pedagógicas o de cara al futuro «cuestionables». «Al fin y al cabo, la escuela es una institución de socialización primaria», reflexiona.

Como consecuencia de ello, los estudiantes afectados se sienten «etiquetados de que no sirven para estudiar, que no se esfuerzan lo suficiente o que nunca van a llegar a nada». A partir de este momento, Ruiz afirma que se forma una «desventaja acumulativa» en la trayectoria vital de los niños o adolescentes perjudicados.

La letrada del ente antirracista recalca que discriminaciones de este tipo tienen un impacto psicológico «muy fuerte» en un menor de edad. «Son personas que están en una etapa de desarrollo, están formando su identidad y reciben violencia de forma sostenida. No lo pueden cambiar y se sienten excluidas», sostiene.

Jennifer Molina, que cordina el área de comunicación de la misma asociación, indica que, cuando estos alumnos dejen atrás su etapa educativa, deberán compensar este hándicap. Además, observa que sufrirán otras «opresiones como la sobrevigilancia policial o un menor acceso al trabajo o al mercado inmobiliario» debido a su procedencia.

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