Migrantes

El 60% de los paraguayos en Ibiza carece de papeles

El censo de esta comunidad saca a la luz la grave situación que padecen miles de estos migrantes en la isla, que junto a la de otros extranjeros será llevada al Senado para instar a que el Estado los regularice

La Asociación de Paraguayos de Ibiza inició el fin de semana del 5 al 7 de enero el censo de su población con el objetivo de conocer cuántos de ellos carecen de documentación. Los resultados que obtengan se añadirán a los de los censos de otros migrantes residentes en la isla (uruguayos, argentinos, marroquíes, ecuatorianos y senegaleses, entre otros) con el fin de presentar en la Cámara Alta una moción para que se regularice de manera urgente la situación de estas personas. Juanjo Ferrer, senador de Ibiza y Formentera al Senat, integrado en el grupo parlamentario de Esquerra Confederal, será quien presente esa moción. Esta iniciativa ha sido impulsada por Guadalupe Nauda, edil de Unidas Podemos en Vila.

Ayer reanudaron el censo porque «faltó tiempo» la semana pasada para completarlo y porque muchos sin papeles «tenían miedo» a acudir, según explica Lurdes Evelyn Pereira, presidenta de la Asociación de Paraguayos de Ibiza. De los dos millares censados aquel fin de semana obtuvieron un porcentaje que deja palpable que no son pocos los extranjeros que residen en Ibiza sin la documentación requerida: sólo el 40% está empadronado. El 60% carece de papeles que demuestren que vive aquí.

Minutos antes de que ayer comenzara el censo en un habitáculo de la iglesia del Roser, ya había una treintena de paraguayos a la espera en la entrada, donde podían beber cocido (una bebida en la que usan carbón de brasas y azúcar), chipas, empanadillas y bocadillos. Atendía ese puesto Gladys, que consiguió empadronarse un año después de su llegada a las Pitiusas: «El problema que tuve, y que nos afecta a casi todos, fue que la propietaria del piso donde vivía alquilada en una habitación (el alquiler estaba a nombre de mi sobrina) no quería empadronarme. Como ella, la mayoría tiene miedo a que ese trámite le perjudique». Esto ocurre cuando alguien vive alquilado en un piso compartido cuyo contrato (si este existe, cosa que no siempre sucede) no está a su nombre: en esos casos se requiere la firma del propietario e, incluso, la del arrendatario. Depende entonces de la buena fe del arrendador: «Le dije que se informara en el Ayuntamiento de Ibiza, pero no fue. Tiene temor por desconocimiento». Pero ese miedo tiene consecuencias: los migrantes no pueden regularizar su situación ni, por ejemplo, obtener la tarjeta sanitaria, razón por la que muchos no han sido tratados en el sistema sanitario balear. Uno de los motivos por los que la dueña del inmueble no quiso facilitar ese trámite fue que allí ya estaban empadronadas muchas personas, tanto paraguayas como ibicencas. Tanta gente viviendo allí podría despertar las sospechas de las autoridades: «Eso demuestra —comenta Gladys— que el empadronamiento no refleja la realidad».

Lurdes Evelyn Pereira, a la izquierda de la imagen, durante los preparativos. | T.E.

Paraguayos durante el censo de ayer. / Toni Escobar

«Ahora estoy más tranquila»

Solucionó su situación cuando logró alquilar una casa para ella y su marido: «Con ese contrato a nuestro nombre ya no necesitaba la firma del dueño del inmueble». Hasta entonces, Gladys no tuvo tarjeta sanitaria ni pudo tener un empleo: «Ahora podré ser contratada. Ya estoy más tranquila».

Gladys asegura que hay ayuntamientos, como el de Ibiza tras la llegada del alcalde Rafael Triguero, «más flexibles» a la hora de ayudar a los migrantes. En Ibiza «ya no piden cita previa para el empadronamiento», lo que facilita el trámite a quienes tienen un horario laboral.

El 60% de los paraguayos en Ibiza carece de papeles

Lurdes Evelyn Pereira, a la izquierda de la imagen, durante los preparativos. / Toni Escobar

Confidencialidad

Sobre cada una de las 10 mesas habilitadas para el censo hay un montón de hojas, encuestas (de una sola hoja) en la que deben detallar el lugar de localización de la vivienda donde residen, si están empadronados o no, cuál es su situación legal, el año en el que llegaron a España, si disponen de permiso de residencia o están en proceso de lograrlo, si han solicitado la nacionalidad española y cuántos hijos tienen, tanto nacidos en Paraguay como aquí. «Toda la información será tratada con total confidencialidad», se indica en ese papel: «El objetivo de esta encuesta es conocer la cantidad real de población paraguaya residente en Ibiza, así como la de paraguayos con nacionalidad española y de hijos de paraguayos nacidos en este país» para así «velar» por sus «intereses y derechos ante organismos oficiales de ambos países». «Es urgente, es una situación desesperada» solucionar esto, señala Pereira tras subir un reel a las redes instando a sus compatriotas a acudir al Roser para inscribirse.

Situación desesperada como la de un hombre de 36 años (prefiere mantener el anonimato) que llegó hace tres meses a la isla como turista, que es la manera como viajan todos desde Paraguay. Luego, pasados los tres meses en los que pueden vivir legalmente en España, se quedan aquí, pero indocumentados. A las dos semanas consiguió trabajo de pintor en una obra. Como la mayoría, sin contrato: «Me pagan por obra. En efectivo». Vive alquilado sin contrato: «El piso está a nombre de un amigo con el que comparto casa». Aún no se ha atrevido a pedir al propietario que le ayude a empadronarse. Todos dicen lo mismo: «Vine a España en busca de un futuro mejor». El de Paraguay es negro, comentan todos. «Allí —cuenta— el salario no permite abastecer la canasta de la familia», la cesta de la compra. Allí tiene esposa e hijo (de dos años de edad), a los que aún no ha podido mandar ni un euro: «Para venir tuve que endeudarme, por ejemplo para pagar el pasaje. De momento me da para cubrir las deudas».

«El dueño no puede empadronarme porque ya hay muchas personas registradas oficialmente en ese mismo piso»

«No es fácil venir aquí y dejarlos allí», añade poco después al recordar a su familia. Viajó directo a Ibiza por un amigo que le «respalda» y le dijo «venite, que acá hay oportunidades». Confía en poder trabajar en verano en algún hotel, un sector en el que ya fue empleado en una cadena paraguaya durante cinco años: «Pero piden papeles, será complicado».

Economía sumergida

Como él, sin empadronar, está Claudio, de 33 años, que vive en Ibiza desde hace cuatro años. Lo estuvo antes de regresar a Paraguay, pero luego volvió porque se había «acostumbrado a vivir aquí». En su país se encuentra su hijo, cuidado por su abuela. Reside en una habitación alquilada: «El dueño no puede empadronarme porque ya hay muchas personas registradas oficialmente en ese mismo piso». Justo el caso del que hablaba Gladys. Claudio trabaja «de vez en cuando» como pintor y sin contrato. Cobra en efectivo, como tanta gente que vive en la economía sumergida, una realidad que está sacando a flote la encuesta elaborada por los paraguayos. Tampoco tiene tarjeta sanitaria.

Le acompaña para empadronarse Rodolfo, de 26 años. A su edad ya tiene dos hijos y esposa en Paraguay, a los que manda regularmente dinero para que «se sustenten. Les va genial allí con esta ayuda», quizás porque el euro se cotiza a precio de oro frente al guaraní paraguayo. Llegó a Ibiza en octubre de 2023. No está empadronado ni tiene tarjeta sanitaria ni permiso de trabajo ni nada. Trabaja en una obra sin contrato y le pagan en negro, todo el salario en efectivo. Vive con otros tres hombres en un mismo piso.

Diego y Marisa aterrizaron en Ibiza hace dos años «en busca de un futuro». Ni mejor ni peor: un futuro. Diego logró empadronarse hace un año. Ella, hace cuatro tras ponerse muy enferma. Ambos trabajan, él en la obra, ella en la casa de una familia, pero ambos sin contrato. Otra pareja es la formada por Osvaldo (45 años) y su mujer (49), en este caso aún sin papeles de empadronamiento. Residen en la isla desde hace un año y ocho meses. Él consigue empleo en obras y jardines, pero aún no ha firmado un contrato. Viven alquilados, también sin contrato por medio, en una casa para ellos solos. Envían lo que pueden para mantener a sus hijos, que siguen en Paraguay: él tiene tres; ella, cinco.

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